Sigue empeñado el Córdoba en desmentirse a sí mismo como aspirante a pelear por el ascenso a Segunda División. Parece que sí, pero no. Es un coleccionista de amagos y un generoso distribuidor de decepciones. Lleva varias semanas llamando a las puertas del play off, pero cada semana le pegan sistemáticamente un portazo en toda la cara. Esta vez fue en Murcia. Allí puso fin a una racha productiva en sus desplazamientos -no perdía fuera en Liga desde noviembre del año pasado- por deméritos propios, después de perpetrar una actuación espantosa en fondo y forma.

Los propósitos de la semana se tiran por tierra cuando toda batirse el cobre de verdad y el equipo se desinfla, convirtiendo los argumentos en pura cháchara. Cuando no hay fútbol, siempre queda la fe. Que -recuerden- es creer en lo que no se ve. Así que habrá que sacar a los santos. Ahí encaja el retorno de Federico Piovaccari, que tiene las maletas preparadas para regresar a El Arcángel en cuanto el Rayo Vallecano de Paco Jémez apuntale su plantilla con un delantero en el mercado invernal. Aunque visto lo visto en el Enrique Roca -la rebautizada Nueva Condomina-, esto no se arregla solo con la incorporación de un ariete.

Agné admitió en la rueda de prensa posterior al partido que hubo otras ocasiones -en Granada o Huelva, apuntó- en las que el Córdoba estuvo peor, un detalle que no se sabe si alivia o inquieta aún más a quienes aspiran a ver a los blanquiverdes como una formación con más empaque y credibilidad. El técnico cordobesista desdramatizó el palo en Murcia, que no causa un destrozo mayor en la clasificación porque los rivales directos no estuvieron avispados.

Esto es la Segunda B y hay tiempo para todo, aunque el calendario va consumiendo jornadas y los niveles de ilusión del cordobesismo se acercan a la reserva. La semana será la última del mercado invernal y habrá movimientos. Y el domingo, el Yeclano en El Arcángel. Una oportunidad más. Otra.