El Córdoba continúa en su sitio. Es decir, se encuentra situado a sólo tres puntos del que es su objetivo real desde el pasado verano: el duodécimo puesto, que no es sino lo que dicta su inversión económica en el proyecto deportivo. Lógicamente, la igualdad de la categoría, sobre todo de mitad de la tabla hacia abajo, hace que los puestos de descenso continúen a menos de un partido de diferencia de los blanquiverdes, que se debaten precisamente entre el fiasco histórico que supondría un descenso a Segunda B y el objetivo auténtico, por dinero invertido por el club (y no por sus mensajes veraniegos), situado a sólo un partido de distancia.

Con los mismos problemas de siempre o, al menos, desde la pasada temporada. Falta de calidad en sus hombres defensivos, trabajo justito en el mediocampo y escasez en la delantera. A todo esto se añadía entonces y también en esta temporada el ya tristemente conocido Córdoba de los medios partidos. Este equipo daba y da para un tiempo, como mucho, y sin remisión, se cae en las segundas partes. Mucho de esto se disimulaba la pasada temporada con lo que había arriba -sólo hay que mirar el Mallorca-Córdoba de la 2015/16-, pero al club se le fue la mano en la descapitalización de lo que tenía en la caseta. Y de aquellos polvos...

A todo lo anterior se añadieron los problemas clásicos de no pocos equipos, sobre todo en esta categoría, como son las lesiones. Sobre todo las de larga duración. Y el cóctel en blanco y verde ya estaba servido, por lo que desde hace semanas, y como se comentó por aquí, el Córdoba ya se ha abonado al ganar «como sea». No vale ningún otro discurso, por lo que el punto logrado en Son Moix, ante un rival que atufa a Segunda B que apesta, hay que darlo como bueno. ¿Cómo que bueno? Extraordinario. Un punto es la frontera entre el fracaso y la subsistencia. Un punto puede dejarte decimotercero o incluso duodécimo y cumplir con el «objetivo» de este Córdoba.

Y ya desde el inicio se vio en Son Moix que este equipo iba a tener que puntuar de cualquier manera, porque a los dos minutos de juego se le había adelantado el Mallorca por mediación de Lago Júnior. De nada sirvió que los bermellones mostraran la yugular durante los 88 minutos restantes, sobre todo por su banda derecha, con Campabadal como lateral y con Salomao pasando soberanamente de trabajar defensivamente. Lo vio, de manera intermitente, Javi Galán, y por ahí llegó el gol del empate, con un centro del pacense que remató, completamente solo, Pedro Ríos en el segundo palo. No hubo mucha más historia en la primera mitad, salvo unos minutos, un cuartito de hora, en el que se vio al conjunto blanquiverde cómodo. La evidencia de que esa comodidad era ficticia es que apenas generó ocasiones, pero es que el Mallorca no estaba para discutirle nada. Ni al Córdoba ni a nadie, porque el segundo acto comenzó de la misma manera, aunque con los locales intentando aparecer por el área cordobesista aunque fuera para que sus seguidores no les pitaran. Sergi movió el banquillo: metió a Moutinho y a Angeliño por Salomao y Pol Roigé. Le sentaron bien los cambios a los bermellones, porque paulatinamente el Córdoba fue bajando el pistón. Carrión se lo vio venir. Hizo cambio de piezas en el trueque Juli-Markovic y dejó de manera descarada el mensaje sobre la situación de su equipo cuando retiró a Pedro Ríos y dio entrada a Edu Ramos. Quedaba aún media hora de ¿partido?

La última vez que se vio al Córdoba pasar de mediocampo fue en el minuto 67, con un disparo de Javi Lara que iba fuera pero que Santamaría despejó hacia el fondo con una mano forzando el saque de esquina. Poco después, Sergi metió a Lekic como delantero de referencia desplazando a Lago Júnior a la banda y situando a Moutinho como segundo delantero. Y el choque, siempre de bajísimo nivel, pasó a ser definitivamente para los locales, que notaban progresivamente cómo iban poniendo en problemas a su adversario. Moutinho se hacía una jugada individual en la esquina del área para soltar un disparo seco que repelió Kieszek y que Lekic, en segunda jugada, mandaría demasiado alto el balón. De nuevo Moutinho ponía a prueba al polaco por bajo, que respondió con fiabilidad. Dzjelar se apuntaba a la «fiesta» con un tiro que se marchaba alto y poco después, en una falta lateral, era Yuste el que metía la punta de la bota para probar los reflejos del portero blanquiverde. Por si fuera poco, a tres del final, era Lekic de nuevo el que hacía lucirse a Kieszek. Y con el polaco ya encendido, Moutinho botaba una falta lateral en la que mandaba el balón directo a portería para que el polaco volviera a salvar al Córdoba de la derrota. No terminó el festival ahí: un despeje de puños finalizaba con un disparo desde la frontal de Angeliño. El balón, que iba buscando la escuadra, se topó con la santa mano de Kieszek, que rubricaba original y dos copias: una actuación brillante, el primer punto de este equipo de los últimos 24 disputados como visitante y el abono de este Córdoba a puntuar «como sea».