Solo han pasado tres semanas, 21 días, tres jornadas ligueras desde que el Córdoba consiguió la más que milagrosa salvación que, además de permitirle competir una temporada más en Segunda, daba carpetazo a una temporada convulsa en todos los órdenes. El comienzo fue como se preveía viendo los antecedentes de años anteriores, el desarrollo rozó lo tragicómico y en enero llegó el cambio en la propiedad, lo que dio paso a una carrera de galgos sin ninguna regla ni norma. El Córdoba solo estaba disponible para correr hacia adelante, sin pensar, sin ningún plan más allá de la salvación, sin atender a más razones: milagro o muerte.

El 2 de junio se produjo el milagro y parece costarle, tanto al club como al denominado entorno echar el freno. Recapitular y comenzar de cero. O de uno, como mucho. Porque hay que reconocer que poco, muy poco había. O no. Porque el traspaso/cesión de Sergi Guardiola tras anotar más goles que Florin Andone (vivir para ver), la puesta en escena y en valor de Álvaro Aguado, la progresión de Javi Galán o la justísima renovación por aclamación de Pawel Kieszek demuestra que sí, que algo había. Menos de lo que se vendía (verbo contínuamente conjugado) y más de lo que se podía vislumbrar en un principio.

Menos de lo que se vendía porque dos de los problemas graves del equipo se centraron en el eje de la defensa y en los costados. Dio tiempo en enero a lo primero, pero o no para lo segundo o, simplemente, no se valoró. El Córdoba ha adolecido claramente de hombres de banda, en donde apenas podía tirar del mencionado Javi Galán, reconvertido a lateral zurdo, y de Sasa Jovanovic, arrinconado -quizás injustamente- por Sandoval en las últimas jornadas ligueras. Hubo que reconvertir a algún hombre (Narváez) y componer un sistema un tanto peculiar para poder competir mínimamente, de ahí que la agenda de Oliver esté trufada, principalmente, de hombres de banda y buscando el navarro, desesperadamente, hombres gol. De los primeros, Jairo, Lazo, más los azulones Álvaro Jiménez, Carlos Calderón, Dani Pacheco, a las que hay que añadir las consabidas opciones sudamericanas que ya llevaba Oliver «de serie». Con los segundos parece tenerlo más complicado.

En la previa del Extremadura-Cartagena casi se tenía cerrado el acuerdo con Rubén Castro, pero el cruce de Miguel Ángel Ramírez parece haber echado al traste la operación. Habrá que estar atentos con Jorge Molina, al que gusta la idea del Córdoba, pero también la del Huesca y hasta la de la propia UD Las Palmas, que como sus antecesores (léase Granada u Osasuna), pretenden romper el mercado. Y dinero tienen para ello. De ahí que aventurar un objetivo cuando falta media plantilla sea, en el mejor de los casos, un gesto de buena voluntad. Esas prisas o extremos, tanto en objetivos como en planteamientos, cuando hace sólo 21 días que acabó la Liga anterior obliga a reflexionar también sobre la campaña de abonados. Siempre parecen pocos, pero igual hay que valorar que en esta semana que entra, que será la tercera, se sobrepasará la mitad del objetivo que, como el deportivo, está lanzado como si aún se viviera la jornada 39 y fuera mayo: a revientacalderas. El 1 de julio el Córdoba tendrá, como mínimo, 9.000 abonados. Y faltarán 47 días para que empiece la 2018/19. Mes y medio de fichajes, pretemporada, partido de presentación, etcétera. Ojalá lejos de las trincheras y que los extremos sólo estén en el campo. Y que sean buenos.