Es indiscutible que el Córdoba perdió el partido de Almendralejo, el pasado domingo ante el Extremadura (3-0) por los errores individuales en defensa. Negar eso es negar una evidencia, que el portero Carlos Abad regaló los dos primeros tantos de los azulgrana, que se marcharon con esa cómoda renta al descanso.

El segundo gol del Extremadura fue el más sangrante. Llegó merced a un error de Abad a la hora de despejar un balón desde su área, regalándoselo al delantero Ortuño para que este cediese a Zarfino, que fusiló al guardameta tinerfeño. Y es que el primero, dentro de lo que cabe, fue un fallo al intentar atrapar una pelota aérea, escurriéndose entre los guantes, lo que no debe ocurrir de ninguna forma en el fútbol profesional, pero que es más perdonable que un error de decisión a la hora de salvar una presión del rival a la salida del balón desde el portero. Y encima, a un minuto del descanso.

Así las cosas, y aunque el Extremadura tampoco había inquietado en exceso la portería del Córdoba, sí había trazado un plan más inteligente y había posicionado mejor sus piezas en el campo. La conjunción de Andrés Martín y Loureiro por banda derecha implicó que el Extremadura encontrase una verdadera autopista por este carril. El excordobesista José Antonio Reyes hizo prácticamente lo que quiso en la primera parte, cayendo hacia esa banda y apoyando a Nando en sus internadas, con un Loureiro que se encontraba superado por momentos.

Falló el repliegue del equipo blanquiverde, que ante el Málaga fue bien preparado por el técnico Rafa Navarro, pero no en Almendralejo. El Córdoba tuvo demasiada separación entre líneas, no tanto como acostumbraba con Curro Torres, pero sí lo suficiente como para que los centrocampistas locales le ganasen la partida a los blanquiverdes y lograsen conectar con sus atacantes. La dupla Tienza-Zarfino siempre estuvo mejor ubicada que un Bodiger que se encontró con demasiado trabajo. Vio pronto la primera tarjeta amarilla el francés, y a los nueve minutos del arranque de la segunda parte, la segunda, lo que le llevó a la expulsión.

Con uno menos, el Córdoba intentó buscar la remontada milagrosa y Andrés Martín, a algo más de diez minutos del final, se topó con el poste -lo que también hizo, en su caso con el travesaño, Chus Herrero, en un córner en la primera mitad-. Estaba claro que la suerte no estaba de su lado.

Pero hay que tratar de interpretar, de deshacer la madeja del partido tan deficiente que el Córdoba hizo en el estadio Francisco de la Hera, para extraer conclusiones positivas que permitan hacer creer con una permanencia que, a día de hoy, es más una ilusión que una realidad palpable.

La falta de conexión de la medular con la delantera hizo que Carrillo, un delantero fajador pero que necesita de balones, apenas aportase en ataque. La velocidad de Andrés Martín y su gran capacidad para montar contragolpes fue de lo mejor en la parcela ofensiva de un equipo blanquiverde en el que Jaime Romero y De las Cuevas no tuvieron tampoco mucho contacto con la pelota.

Cada uno trataba de hacer la guerra por su cuenta, y así es muy difícil. El planteamiento de Rafa Navarro fue erróneo al incluir a Carbonell, un muchacho al que no se le niega su potencial, pero que no estaba preparado -aún- para un partido de la lucha del que se esperaba en Extremadura. La opción de haber colocado un doble pivote, con Vallejo junto a Bodiger, y de haber juntado más las líneas, esperando en su campo, tal y como hizo ante el Málaga, podría haber generado mejores ganancias al Córdoba.