Seguimos coleccionando días raros, aún con capacidad para hacer alguna broma pero sabiendo en lo más íntimo que después de esto nada volverá a ser como antes. El día en el que los memes no nos hagan gracia pasaremos a la siguiente pantalla. Y no será mejor. No se habían detenido todas las ligas deportivas profesionales desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. La pandemia nos iguala a todos: ricos y pobres, estrellas del fútbol y jornaleros de la pelota, influencers y mindundis, reyes del mambo y pelapájaros. Todos en casa, con la familia, entre selfies tristes y exámenes de conciencia. El coronavirus es muy cabrón. De una manera u otra, ya nos ha afectado a todos. Qué peor dolor que el de no poder abrazar a tu padre por miedo a hacerle mal. A matarle, quizá. Igual ya no volvemos a ver jamás a unos futbolistas celebrar un gol como Dios manda, revolcándose fuera de sí sobre el césped de uno de esos estadios que ahora están vacíos.

Cuando no se sabe qué deparará el futuro, no hay mejor medicina que la nostalgia. El Córdoba lo está haciendo, como la mayor parte de los clubs deportivos. Rescatan del archivo lo mejor que han hecho hasta ahora y lo difunden para que los aficionados viajen hacia atrás en el tiempo y rescaten aquellas sensaciones. Los smartphones nos proporcionan la ilusión de estar en mil sitios cuando la realidad es que nuestro radio de acción es limitado. Los cordobesistas querían saber qué pasaría el 30 de junio y esa pregunta, ahora, suena a chiste. Esta calamidad no estaba en la unidad productiva.

Dentro de un tiempo, no se sabe cuánto, comprobaremos si hay Liga después del coronavirus. Mientras tanto, cada uno en su casa y el Córdoba en la de todos.