Fue el nombre que más veces se repitió en el once blanquiverde en un partido oficial. El madrileño disputó más de 300 partidos como titular en las 11 temporadas en las que estuvo vinculado al Córdoba CF procedente del Aranjuez, ocho de ellas en Primera División y con tres ascensos, dos de ellos a la máxima categoría. Fue testigo y partícipe del primer ascenso blanquiverde, en la campaña 1955/56, tras una liguilla en la que el Córdoba marcó 42 goles en 14 partidos. No era un escenario fácil. En Melilla, el público arrojaba ladrillos desde la grada a la cabeza de los jugadores del Córdoba con tanta violencia e impunidad por parte de las fuerzas del orden que un compañero incluso marcó un gol en propia puerta de cabeza en un córner para no arriesgar la vida. En aquella época formó una zaga mítica junto a Sánchez Rojas y Alfaro, un bloque que los Araujo, Mújica, Hermida... hacían imbatible.

Navarro es el hombre récord en la historia del club, al que llegó con 19 años de edad. Destacó por ser un defensa contundente, sobrio, en cualquiera de las posiciones de la cobertura. Se adaptaba tanto a los laterales como al centro de la defensa, y en todas las posiciones era intocable. Tanto es así que se ganó la confianza de los 17 entrenadores que lo tuvieron a sus órdenes en el Córdoba CF. Su trayectoria se vio coronada por la imposición de la insignia de oro del club y fue homenajeado por todo el fútbol español en la macroexposición mundial Planet Fútbol, en Barcelona.

Para la retina de los seguidores quedan sus duelos con Alfredo di Stéfano, tanto el que lideró el Real Madrid de las cinco copas de Europa como la Saeta del epílogo en el Espanyol. No olvidará jamás Navarro un amistoso Córdoba-Real Madrid en el estadio de San Eulogio, en 1955. El Córdoba perdió por 6 a 12. Al acabar el encuentro, Santiago Bernabéu dijo en rueda de prensa que no había que tener en cuenta los doce goles que había metido el Madrid, sino los seis del Córdoba, lo que ningún otro rival había sido capaz de hacerle. De aquel partido, a Navarro se le quedó grabado un gol de cabeza imposible que marcó Di Stéfano cayendo al suelo.