Tenía pensando hablar de ella. Una mujer, la misma mujer, la que cada quince días veo en el mismo asiento, al borde del pasillo, rodeada de gente que nada tiene que ver con ella. Me había llamado la atención desde septiembre, pero no fue hasta la semana pasada, precisamente fuera del estadio, cuando algo cambió entre nosotros, por pura casualidad. Un encuentro inesperado.

Así salí de casa, con esa idea en la cabeza. Y de eso tenía pensado hablar, de si esta vez el encuentro en el estadio sería diferente, si cambiaría nuestro comportamiento... Lo tenía todo muy claro, pero decidí cambiar al recoger mi entrada y comprobar en qué jornada estábamos:

Jornada 30.

El muro.

Una amiga me lleva preguntando toda la semana que le defina lo que es el muro.

Vi la coincidencia.

(Si le gusta el atletismo, siga leyendo tal cual; si prefiere el fútbol, diga partidos donde pone kilómetros y Liga en vez de maratón)

El muro aparece en el kilómetro 30 de una maratón. Dicen que ahí es cuando llega porque el cuerpo no está preparado para correr más de esa distancia. Todo lo que sea sobrepasarla es forzarlo, pedirle más de la cuenta.

Uy, ¿les suena? A esos pobres muchachos les pedían subir a Primera.

Los primeros kilómetros son muy fáciles. Vas volando. De hecho, lo difícil es contenerse.

Tienes que contenerte.

Te vienes arriba.

Te crees un súper hombre porque llevas una semana comiendo, bebiendo y descansando, así que en la salida estás pletórico, te sobrevaloras, y eso es peligroso.

Esto es muy largo.

Hasta el kilómetro 21 todo es placentero. Es fundamental que no se te vaya la cabeza, que no aceleres y que no te plantees objetivos desmedidos.

Muy muy largo.

Hay muy pocos que lo consiguen. Son especiales.

A partir del kilómetro 30 cada kilómetro ya no equivale a un kilómetro. Cada kilómetro es una odisea. Lo vas viendo más cerca, pero también el desfallecimiento. Dudas. Incluso te cabreas.

Ya no eres tan gallito.

Estás al borde de romperte. El público lo nota y grita tu nombre. Eso te da un subidón que te permite avanzar un kilómetro. Un kilómetro regalado. Por eso sería una auténtica barbaridad quitar los bombos o las panderetas a quienes animan, por mucho que les moleste a una televisión.

Del kilómetro 30 al 42 se hace muy largo. Ahí está la esencia de la maratón, su brillantez y su épica. Si llegas fundido lo vas a pasar mal, fatal. Si fuiste coherente en los 30 anteriores y te has preparado bien, entonces te costará, ¡mucho!, pero no vas a poder explicar lo que sentirás al cruzar el 42. Nadie que no lo haya hecho podrá comprender tu felicidad.

El Córdoba empieza su muro.

Pero me da que no ha hecho los deberes.