De revolución en revolución hasta la rutina final. Ese parece el lema en este principio de temporada del Córdoba, en el que ya lleva 540 minutos de competición sin echarse un triunfo al bolsillo. Y no será porque en el duelo ante el Tenerife no se le pusieron las cosas fáciles. Luis Pérez fue expulsado en el minuto 60, el árbitro decretó un penalti a favor en el minuto 84 y sólo pudo salvar un punto gracias a un golpeo espectacular de Álvaro Aguado desde la frontal en el tiempo de descuento. El conjunto blanquiverde mostró el mismo terremoto en la alineación inicial que en anteriores jornadas y, al igual que en partidos antecedentes, la misma fragilidad general, falta de profundidad en ataque y, sobre todo, ausencia de una idea.

Porque Sandoval dispuso de ocho cambios con respecto al equipo que saltó de inicio en la Rosaleda. Definitivamente, parece pasar del todo de Erik Expósito tras la segunda convocatoria seguida en la que el canario se queda en la grada, en donde le acompañaron Javi Lara y Loureiro, este último directamente desde la titularidad en Málaga. Insistió Sandoval con el 1-4-1-4-1 con Bambock por delante de la defensa, sentó a Javi Galán para darle el lateral zurdo a Quezada, metió de inicio a De las Cuevas y Jaime Romero en bandas (sólo uno le respondió) y rescató a Piovaccari del cemento para darle sitio en el equipo desde el principio.

El Tenerife también demostró que llegaba acogotado y Oltra dispuso un 1-5-3-2, con Alberto incrustado entre Aveldaño y Jorge Saenz, pero Luis Pérez y Camnille fueron más laterales que carrileros. La mala noticia para el Córdoba es que en ese primer acto, el centro del campo chicharrero, con Undabarrena, Acosta y Luis Milla, junto a Naranjo y Nano, hicieron imposible maniobra alguna por parte de Blati y Álvaro Aguado. La superioridad por dentro era visitante, aunque una posesión inocua transmitió a la grada la sensación de que el encuentro estaba controlado. En realidad, las ocasiones se dejaron esperar a los dos últimos minutos de ese primer tiempo, salvo una salida de Alberto ante Naranjo y un par de faltas botadas por Jaime Romero, resueltas sin grandes problemas por Dani Hernández. Justo al filo del descanso, Jaime Romero y sobre todo Fernández estuvieron a punto de abrir el marcador, pero el portero venezolano sacó una mano salvadora en el disparo del lateral cordobés. A continuación, una falta de Bambock lanzada por Naranjo tocó en la barrera e hizo imposible la parada de Alberto. Una vez más, el más mínimo contratiempo, un leve resfriado, se le convierte a este Córdoba en una enfermedad mortal.

Tras el descanso, el Tenerife intentó elevar la presión y lo consiguió, ya que el Córdoba amagaba con síntomas de colapso y pérdidas en su propia línea de inicio de jugada. En una de ellas, Acosta a punto estuvo de hacer el segundo para los visitantes. El Córdoba respondió a balón parado: una falta botada por Aguado terminó con un centro raso de Quintanilla que no encontró rematador en línea de gol. Poco después volvía a aparecer Alberto con una mano salvadora a disparo de Acosta tras un contragolpe chicharrero. La expulsión de Luis Pérez en el minuto 60 cambió el partido, aunque debió hacerlo aún más de lo que lo hizo.

Si en el primer acto el Córdoba transmitió más el miedo a perder que las ganas de ganar, en el nuevo partido que se le presentaba al conjunto blanquiverde en esa última media hora pareció faltarle ideas. No lo hizo mal el dueño de El Arcángel, pero le faltó un punto más: un punto más de convicción, un punto más de hechuras, un punto más de ideas y un punto menos de apelotonamiento. A su favor, en todo caso, este Córdoba volvió a mostrar alma en ese tercio final de partido. Jovanovic había entrado tras el descanso por De las Cuevas y Alfaro lo hizo por Blati Touré poco después de la expulsión del lateral derecho tinerfeñista. Volvió a aparecer el Córdoba emocional, ese que gusta a la grada porque se mueve a empellones, algo desordenado y descubriéndose atrás. Pero nada gusta más al aficionado que el olor a épica. Tras dos llegadas blanquiverdes, a cargo de Quintanilla y de Alfaro, que le dio al aire con todo a favor, el Tenerife pudo matar al Córdoba en otro contragolpe tras el que Acosta se topó con el lateral de la red, solo ante Alberto.

En la jugada siguiente, Piovaccari provocaba el penalti que debió significar la igualada, pero Jaime Romero se encontró con Dani Hernández. Con Javi Galán (entró por Fernández) insistiendo por banda izquierda, Jovanovic por derecha, Alfaro, Romero y Piovaccari por dentro, dejando atrás prácticamente solo a Bambock, el Córdoba fue a por el empujón final. Y si la mala fortuna fue la encargada del gol visitante, la virtud individual de Álvaro Aguado rescató un punto. Un balón aéreo atrás, hasta la corona del área, fue enganchado de volea por el jiennense, que alojó el esférico en la red haciendo inútil la estirada de Dani Hernández. Uno de esos goles que se recordarán durante mucho tiempo.

Ese buen sabor de boca que dejó el golazo de Aguado tapó, al menos en parte, el amargor de lo visto sobre el campo. O de lo que podría haberse visto. Quizá sea ya el momento definitivo del adiós a los terremotos. Algún elemento del once inicial, desde luego, demostró ante el Tenerife que difícilmente está para entrar en la convocatoria. Pero la gran mayoría debería repetir para trabajar en una idea que aún no se le ve a este Córdoba. Sería saludable, por ejemplo, poder rematar algún saque de esquina. Mientras tanto, siguen los cambios para que todo siga igual.