«Te he visto subiendo por las escaleras hasta las cabinas», me comenta un conocido por teléfono desde una de las gradas del Carlos Belmonte, y prosigue con lo ocurrido en las dos primeras jornadas.

Comentarios sobre jugadores, sobre la afición, sobre lo ocurrido con el mercado de fichajes, LaLiga, el límite salarial. «Ojú, que jartón, ¿no?», me pregunta sin esperar respuesta, una interrogación para dar por finiquitado el asunto. «¿Y hoy, qué?», vuelve a inquirirme, como si los que estamos en esto fuéramos adivinos. «Veremos», le respondo.

Miro a la derecha, abajo, y ahí están los de siempre también. Casi un centenar en el rincón de siempre del Carlos Belmonte. Animan hasta en el calentamiento y jalean la retirada. Después, visto lo visto sobre el campo, se les ve sentados, cabizbajos, incrédulos ante lo que han visto.

Posiblemente, lo que más duela sean esos «olés» al borde del descanso y la sensación generalizada de que el Carlos Belmonte es una fiesta, de que nada ni nadie les puede estropear a los manchegos la tarde-noche de alegría completa que están disfrutando. No hay ni contestación, ni una sombra de duda de que algo se puede torcer. Todo a favor. Lo que sueña cualquier aficionado.

A la salida, cabezas bajas, no por la derrota, sino por lo que se ha vivido en el campo y lo que ha transmitido el equipo.

Un nuevo whatsapp: «¿Qué?». La respuesta: «Pues que hemos palmado, ¿no lo has visto?». Y la llamada. Comentarios de lo mal que ha estado este jugador, y este, y este, y este... Total, «que no ha estado bien nadie», me remata. Y con el mosqueo, lógico, rompe amarras y raja de todo el mundo, especialmente del entrenador. Al escuchar la respuesta parece calmarse, recapacitar, hasta que finalmente pone perspectiva: «Bueno, que esto es muy largo y que hay tiempo de sobra para arreglar todo. Que hay que llegar a los Santos, a Navidad, a los carnavales, a Semana Santa... Joé, que parece que la Liga se acaba en octubre». Lo dice para animarse a sí mismo, pero tiene más razón de lo que él mismo cree. De los que muchos creemos. Todo está mal, o casi todo. Pero queda tanto por delante, tanto tiempo para cambiar de opinión...