«En diez días se sabrá la gente con la que vamos a contar», declaraba el pasado 5 de julio Luis Oliver, sin saber aún -quizás podía sospecharlo- que uno de los nombres con los que no se iba a contar era con el suyo propio. También se decía días antes que las parcelas a reforzar principalmente eran la delantera y el lateral zurdo y el navarro admitía que el objetivo era «lograr los 50 puntos a la mayor brevedad posible, para no pasar los apuros de la pasada temporada». Un mes de verano con sus sesiones nocturnas de cine al aire libre incluidas da para mucho. Cualquiera pensaría que nada ha pasado y, sin embargo, como en las películas de aventuras, de todo ha ocurrido en los últimos 20 días. A nadie se le escapaba el pasado enero quién era Oliver. A nadie. El nivel de hastío que había en la afición era tal que cualquiera le prefería manejando lo deportivo a seguir un día más con Carlos González, algo que debería valorar el madrileño, que ha pasado un mes de julio impaciente ante el planteamiento de una oferta por el club de más de 15 millones. Sobre eso habrá que hablar en los próximos días. No creo en la absoluta virginidad de Jesús León sobre lo ocurrido, pero tampoco que sea un personaje ni tan siquiera cercano al nivel de complicación de Oliver. El montoreño siempre reconoció que necesitaba de alguien metido en el mundo del fútbol, un mundo que él no domina, y conocía las «cualidades atípicas» del navarro. ¿Hasta qué punto? Hoy por hoy eso es secundario, pero existen indicios que apuntan a que el presidente desconocía parte de algunas operaciones y que sobre otras él mismo tenía sus reservas o incluso dudas.

Las cabriolas del antiguo director general deportivo hacen daño, sobre todo en Madrid

Quizás pensó -en su bisoñez, que no completa inocencia- que aquello o gran parte de aquello pasaría desapercibido para la patronal, lo que se ha convertido en el gran error de los varios cometidos en los últimos seis meses. Quizás pensó, como no pocos aficionados, que sacar a Barbosa del barco era un bien mayor, aunque para ello debiera dejar en el timón a Jack Sparrow. Quizás pensó que el gobernador Swann repararía en el mando del timón más tarde, cuando Sparrow ya no estuviera en La Perla Blanquiverde. Y quizás pensó que no reaparecería Barbosa González en todo este jaleo para intentar sacar provecho una vez más. Existe una anécdota jugosa sobre la primera de las dos veces que se vieron cara a cara Oliver y González y la corta conversación que mantuvieron sobre «los sinvergüenzas en el fútbol», contada con jocosidad por el entorno del primero. Insisto, no creo que Jesús León sea la Elizabeth Swann que pretenden algunos, pero en esa cadena de errores, siendo el más grave el del navarro, el Córdoba CF salvó la categoría, un aspecto a tener muy presente. Entre otras cosas porque el club, tal y como estaba, no se hubiera vendido por 9,5 millones y sí, al menos, por los 15 o más que le rondan desde hace tiempo a Barbosa. Ahora, tirado por la borda Sparrow, León deberá tripular la nave defendiéndola, incluso, de los bucaneros de la vieja escuela, los que hasta hace muy poco le señalaban como bueno y para los que se ha convertido en «lo pior» porque no consiguen lo que en su momento pretendieron de Barbosa y sólo en parte les concedió este. Veremos si Elizabeth Swann triunfa donde Barbosa capituló, porque tendrá mar gruesa, tanta o más que su antecesor. Por un lado, Sparrow con sus fuegos de artificio, cabriolas y prestidigitaciones ante los que pican no pocos. Por el otro, Barbosa intentando aumentar su botín a toda costa. Y por otro, la vieja escuela bucanera, que ha estado, está y estará siempre ahí, sea quien sea el tripulante. Ningún argumento mejor que arrogarse el título de garantes de la preservación del «sentimiento y los principios de la tradicional piratería», repartiendo carnets del gremio: tú, corsario; tú, bucanero; nosotros, filibusteros, con el objetivo final, siempre, de pillar cacho en el botín o al menos meter el cazo... en el barril de ron. Algunos de ellos, melancólicos, ya comentan en la sentina que «contra Barbosa González vivíamos mejor». La vida continua en la eterna trinchera desgasta mucho y fuera de La Perla hace mucho frío.

Sobre Sparrow mucho habrá que contar, pero baste como ejemplo inicial el de Bruno Montelongo, al que no se rescindió contrato alguno porque, simplemente, no había. El uruguayo llegó con el bagaje de cinco partidos como titular en los dos últimos años en Segunda B y se le firmó un contrato renovable en caso de salvación y con un número concreto de partidos. No los disputó porque no pudo ser inscrito, pero en su caso, se agarró a esa circunstancia. Su agente se encontró con Berges, que le hizo ver que no podía entrenar con el equipo porque no era empleado del Córdoba. Por cierto, un empleado que cobraría, en teoría, nada menos que 190.000 euros. Las fichas de algunos jugadores, especialmente de los llegados desde el filial, sin experiencia y siempre según sus agentes, resultan más que llamativas, aunque tiempo habrá para valorar algunos movimientos contractuales aparentemente exagerados.

El contrato de Montelongo estipulaba para esta temporada una ficha de 190.000 euros

Pero mientras llega el capítulo especial sobre Sparrow, bien haría algún interlocutor en pedirle alguna demostración de que tanta embarcación es suya como él va asegurando, ya que, me temo, de papeles anda como un cayuco mauritano. Mientras tanto, no descarto que «venda» la Mezquita de Córdoba y hasta el convento de las monjas clarisas de Almendralejo. Por alguna «posesión» ha llegado a pedir 20 millones más variables. Si esas cabriolas solo hicieran daño a León pues debería ser el montoreño el que las arreglara. Pero el problema es que hacen daño al Córdoba y a su credibilidad en Madrid. Y urge actuar porque, además, su labia llega hasta el vestuario, en donde algún jugador debería valorar, entre otras muchas cosas, si su felicidad en los últimos meses ha llegado por el cariño de la afición y por su situación en la caseta, en el club y en la ciudad o si ha sido gracias a una sola persona que, en cualquier caso, ya no está.

De Barbosa poco hay que contar. Bastante tiene con buscar comprador para su casa particular y controlar sus delirios para intentar volver al fútbol. La bicoca que le plantaron ante la cara hace siete años no se repetirá, al igual que no es fácil que toque dos veces la lotería. Con fotografiarse por recibir el tercer pago, de 500.000 euros, de lo que debía ser un plazo de 2,5 millones un mes antes, se da por contento, se debe dar por contento. También habrá tiempo de hablar de él en un futuro muy cercano.

Mientras tanto y visto lo visto en este julio de relax vacacional, de cine de verano y de intereses y maniobras de unos y otros, vayamos al fútbol. Cerremos el vestuario, pinchemos el globo del entrenador y pensemos en cerrar la configuración de la plantilla. Francisco tiene motivos para el enfado e incluso para la indignación, pero ésta no se puede convertir en un palo añadido en la rueda. Cuando no das un paso al frente para colaborar en la solución te conviertes en parte del problema. Como en el ambigú del cine de verano, en donde se habla de todo menos de cine o de la película, en el mes que acaba de finalizar, menos de fútbol, se ha hablado de todo en el Córdoba.