La angustia de este Córdoba, de su afición para ser más exactos, obligaba en la previa al encuentro en Getafe a pensar en la ilógica, a lo absurdo, a lo que nadie podía esperarse para conseguir un resultado positivo. Hace exactamente un año, en la jornada 37, el Córdoba ganaba al Girona en El Arcángel y volvía a pelear por meterse en las eliminatorias de ascenso. La caída de aquel equipo, vislumbrada ya desde antes incluso de colocarse líder, sólo fue el resultado de una política de recortes, de ajustes económicos que, teóricamente, debían ser historia. El estilo marianista continuó en esta campaña y, como si no hubiera dinero -aunque dicen que sí, pero no para qué o para quién-, la entidad blanquiverde veía cómo hasta 11 clubs invertían más en el objeto social de la sociedad: fútbol.

Cuatro de los cinco límites salariales más altos de esta temporada se encuentran situados entre los siete primeros clasificados. Un sabio con amplia experiencia en empresa y aún más en esto de darle patadas a un balón dijo recientemente a orillas del Guadalquivir que en fútbol «no existe una relación directa entre inversión en plantilla y éxito deportivo». Por lo tanto, los grandes buques futbolísticos europeos o, sin ir más lejos, Levante o Getafe en Segunda, estaban completamente equivocados. Había que ir al acierto con lo justo. Lo justo autoimpuesto, claro. Comer en el Celler de Can Roca por el precio de un MacMenú. Para ello habría que fichar, primero, buenos profesionales y, lo más importante: dejarlos trabajar libremente. Entre los ocho límites salariales más bajos en Segunda están el Huesca, el Tenerife, el Valladolid, el Elche y el Cádiz. Hacer lo opuesto en ambas parcelas es lo que está matando a este Córdoba. Invertir como un recién ascendido de Segunda B, dejar muchas dudas sobre el criterio a la hora de incorporar profesionales y, sobre todo, no dejarlos trabajar, ha cocinado un potaje de bar de carretera al que no se acercaría nadie ni gratuitamente. Porque a este Córdoba empiezan ya a darle la espalda no pocos. Los que no se creen ya nada después de esperar y esperar por las promesas y las afirmaciones provenientes desde la planta noble de El Arcángel hasta los que están en el césped.

No se creen al club. Hace ya tiempo que dejaron de creer en los de arriba y, lo que es más doloroso y preocupante: ya no se creen ni a los de abajo. Como dice un amigo: «algunos juegan más fuera del campo que dentro de él», reflejando así lo dolorosa que resulta la imagen de una aficionada en Getafe que no quería ni que los jugadores saludasen al terminar el encuentro perpetrado en el Coliseum. Sí, el dolor estaba reciente y hoy, mañana o pasado volverá. El sábado estará en El Arcángel contra el Reus. Pero habiendo máximos responsables, que los hay y se ha repetido hasta la saciedad, no es menos cierto que hay empleados de este Córdoba a los que no les roza ni una brizna de hierba. Y sobre eso también habría que meditar. Si da tiempo y tregua esa guerra de todos contra todos en la que se ha convertido el Córdoba.

Lo de Carrión merece capítulo aparte, como se ve en estas mismas páginas. Envió un mensaje en la previa lleno de victimismo por la política de comunicación del club, apeló a dar un paso adelante, recuperó a Piovaccari y... Jugó sin delantero. Quizás entregado a esa ilógica cordobesista de tener un resultado inesperado cuando todo se ve negro. Pero ni por esas.

El Córdoba saltó con Alfaro como nueve mentiroso en un equipo sin apenas verdad. Enfrente, un Getafe que se sabía superior y con el motor al 60% de rendimiento, con la idea clara de que no necesitaba forzar la máquina ante la debilidad de su adversario. El primer cuarto de hora fue casi una pachanga, sin fútbol, ni ocasiones, ni llegadas claras. A partir de ahí, los locales intentaron tener algo más el balón, lo suficiente como para que el mediocampo blanquiverde reculara unos metros y se viera ya (¡en el minuto 20!) a defensas y resto del equipo defendiendo en el borde del área. Pero el Getafe no necesitó un plus para desequilibrar la balanza, sino simplemente tirar de su calidad individual. Una falta casi en la esquina del área cordobesista fue lanzada por Faurlín, que superó sin dificultad la barrera blanquiverde para alojar el balón en la red de un Kieszek que poco pudo hacer.

No estuvo mejor el Córdoba después, sino que el Getafe bajó aún más el rendimiento. Tanto, que a punto estuvo de igualarse el marcador antes del descanso. Un doloroso espejismo.

En la segunda parte, más de lo mismo. Por muchos cambios que hiciera Carrión (decidió jugar con delantero a partir del minuto 66), lo más doloroso que transmitía, lo que se contemplaba en el campo es que todo estaba decidido. Para los que no lo creían, para los que aún esperaban lo imprevisto, lo fortuito, Chuli y la pasividad blanquiverde les hicieron despertar del sueño: un disparo con la zurda desde la frontal que se colaba por toda la escuadra.

El único plan aparente que tuvo el Córdoba, y fue al inicio del encuentro, fue confiar en pases largos e interiores a Markovic, Alfaro o a las bandas ante un equipo al que defensivamente es muy complicado sorprender. Duró un cuarto de hora. No se ganó ni un balón dividido. No se vio intensidad ni se transmitió sensación de eso que repiten algunos desde dentro: «Nos estamos jugando mucho». Quizás en algún encuentro se note, sólo quedan cinco. Mientras tanto, la angustia de este Córdoba no le dio para que ocurriera lo ilógico. Más bien al contrario: cumple lógicamente con las consecuencias de la avaricia económica.

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Getafe: Alberto; Damián Suárez (Peña, m.74), Cala, 'Cata' Díaz, Molinero; Faurlín, Sergio Mora; Chuli (Lahcen, m.80), Portillo, Pacheco (Álvaro Jiménez, m.65); y Jorge Molina.

Córdoba: Kieszek; Antoñito, Caro, Deivid, Bíttolo; Sergio Aguza, Javi Lara; Pedro Ríos (Piovaccari, m.72), Markovic (Juli, m.55), Javi Galán; y Alfaro (Rodri, m.66).

Goles: 1-0: M.27 Faurlín; 2-0: M.71 Chuli.

Árbitro: Alberola Rojas (Comité castellano-manchego). Amonestó a Chuli (m.69), del Getafe; y a Piovaccari (79), del Córdoba.

Incidencias: encuentro correspondiente a la trigésimo séptima jornada de Liga en Segunda División, disputado en el Coliseum Alfonso Pérez de Getafe, ante 10.655 espectadores.