En este Córdoba se cumple cada vez más, en un doloroso proceso semanal, aquello de que tiene arranque de pura sangre y parada de burro. En Alcorcón ganaba en el minuto 60 por 0-1. Se imponía al Albacete en el minuto 64 por 1-0, se adelantó también al Granada y en Almería tenía igualado el marcador en el minuto 50 después de anotar el primer tanto, en el estreno goleador de Carrillo como blanquiverde.

Lo que pasó en el Juegos del Mediterráneo se está haciendo una triste costumbre, una fea rutina. Y para ello solo puede haber tres explicaciones. Cada una de ellas podría justificar lo que le pasa a este Córdoba, aunque también puede ser que las tres hayan confluido en el último mes para que el conjunto blanquiverde se haya dejado al menos siete puntos en la última media hora larga de partido en las últimas cinco jornadas. Y ojo, porque esos puntos le tendrían ya fuera de los puestos de descenso, por lo que se antoja vital actuar de manera quirúrgicamente precisa.

La primera de las razones es física. Si esta semana señalábamos el aspecto físico de este Córdoba ante el Granada, durante el encuentro ante los almerienses ya se anticipaba a pocos minutos del final, que el equipo de Fran Fernández acumulaba 3,5 kilómetros recorridos más que el Córdoba. Se entendería también esa recurrente caída del equipo en las segundas partes, de manera insistente y sin aparente remedio.

La segunda razón va encadenada a la primera: el aspecto psicológico. Mentalmente, este Córdoba es débil, muy débil. Y esa debilidad se desgrana, además en dos vertientes. El fichaje en enero de jugadores con experiencia y «de colmillo» en la zona defensiva ya dejaba el mensaje a quien quisiera escuchar de que no había excesivos elementos en la caseta de los de apretar los dientes, precisamente. La otra vertiente es el conocimiento que tienen esos propios jugadores de que las piernas no les van a responder. Es un hecho la desconfianza que se genera a sí mismo este Córdoba y que transmite a todos, incluso cuando se adelanta en el marcador. O precisamente por ello. Si este equipo tiene que correr, malo. Y si, sabedor de que no le van las piernas como al rival, debe tirar de fortaleza mental, peor. Una brisa le resfría y un viento fuerte, como el del Granada, hace una semana, le mete una neumonía de caballo en el cuerpo. Y vuelta a la parada de burro.

La tercera tiene que ver con el banquillo, con el manejo de partidos, que ha de hacerse con los condicionantes referidos anteriormente. No es casualidad que este equipo haya iniciado bien los últimos cinco partidos, que se haya puesto por delante en el marcador en todos -algunos, hay que recordar, con candidatos al ascenso- y que, paulatinamente o de golpe, se haya caído como un armario viejo. Así, el mensaje que manda este Córdoba es que la capacidad individual y colectiva existe, pero que no es capaz de mantenerla durante 90 minutos. De hecho, en ocasiones puede mantenerla apenas 45. Y quizás sea eso, precisamente, lo que hay que gestionar. No es nada fácil, pero sí la única vía para mantener un hilo de esperanza. A este Córdoba no le vale con el planteamiento de inicio: debe tener el plan B para cuando las piernas, y sobre todo la cabeza, flaqueen. Y sea responsabilidad de Curro Torres o de otro, la empresa no será nada fácil. A partir de ahí, la afición tendrá que jugar su papel: decidir apoyar incondicionalmente al equipo o mostrar continuamente su lógico rechazo y protesta por lo que ve. Pero este Córdoba, por lo anteriormente dicho, necesitará de mucho, muchísimo empuje anímico. En el momento en el que El Arcángel desconecte definitivamente será el propio equipo el que se deje llevar descaradamente. Y la cosa está en el filo de la navaja, por lo que habrá que tomar nota... Y decisiones. Todos. Ayudaría bastante que en el propio club haya ese desorden que molesta a alguien, porque ese orden que reclama alguno suena a paz. A la paz de los muertos, concretamente.

El delantero del Córdoba Piovaccari se lamenta tras una ocasión perdida, en presencia del rojiblanco Iván Martos, ayer en el Juegos del Mediterráneo. CURRO VALLEJO / LOF

En cualquier caso, lo que ocurrió sobre el césped del Juegos del Mediterráneo ya es conocido. Una primera media hora en la que el Córdoba estuvo mejor que su rival, aunque se adivinaba que podía echar en falta esa veteranía en la zona defensiva, con un centro del campo que trabajó un poquito más -solo un poquito más- y que tuvo como fruto el primer gol como blanquiverde de Carrillo, tras un gran centro de Bodiger y una no menos buena asistencia de Fernández. En la segunda media hora se vendió todo el pescado. El Almería empujó, el Córdoba -como siempre- se amilanó, se dejó empatar, se fue con un punto al descanso y a los cinco minutos también tiró el punto que tenía en el bolsillo. En la última media hora, con el marcador en contra, los blanquiverdes no tuvieron capacidad de reacción, se dejaron marcar un tercero y el Almería levantó el pie del acelerador, dejando que la inercia del propio partido le llevara hasta los tres merecidos puntos.

El Córdoba se ha convertido en un equipo que no quiere que le discutan. Si sale con su plan y le funciona, bien. Si el rival mete una marcha más y hay que pelear lo que se ha conseguido, pues... Esa pelea parece no ir con él. Al Córdoba no le gustan las disputas y no se va a pelear con nadie que le quiera quitar lo que tiene. Tanto es así, que cuando ya se lo han quitado, ni tan siquiera se atreve a intentar volver a recuperarlo. Mejor dejarlo estar, parece pensar. De ahí que no haya atisbo de gestos de garra, de pelea ante la adversidad, de rebeldía ante la fatalidad. Nada. Todo esto se define simplemente, en realidad: este Córdoba tiene una incapacidad insufrible para competir.

Ficha técnica:

Almería: René Román; José Romera, Esteban Saveljich, Juan Ibiza, Iván Martos; Yan Eteki, César de la Hoz; José Corpas, Juan Carlos Real (Chema Núñez, m.85), Luis Rioja (Juanjo Narváez, m.67), Álvaro Giménez (Demirovic, m.72).

Córdoba: Carlos Abad; Fernández, Álex Quintanilla (Carbonell, m.61), Luis Muñoz, Menéndez; Bodiger, Álex Vallejo, Blati Touré (Piovaccari, m.61); Miguel de las Cuevas, Carrillo, Andrés Martín (Jaime Romero, m.55).

Goles: 0-1, M.17: Carrillo. 1-1, M.28: José Corpas. 2-1, M.50: Juan Carlos Real. 3-1, M.58: Álvaro Giménez.

Árbitro: Juan Luis Pulido Santana (Comité Las Palmas). Amonestó a los visitantes, Álex Quintanilla (m.31) , Carbonell (m.75) y Álex Vallejo (m. 90).

Incidencias: Partido de la vigésima séptima jornada de Segunda División disputado en el Estadio de los Juegos Mediterráneos ante 8.571 espectadores, medio millar de ellos seguidores cordobeses.