Cuando una entidad como el Córdoba entra en un proceso de transformación como el que está viviendo es muy llamativa la manera en la que actúan muchos. Un guión alternativo, menos oculto de lo que los protagonistas desearían, ya que no encaja con el libreto público, el oficial, en el que se guardan las apariencias. En Córdoba y en el Córdoba las apariencias no son pocas. De ahí que aquello que se lanzaba como un rumor interesado --el interés era el de los mismos emisores del rumor-- hace más de un año, cuando era posible la llegada de León al club, ha vivido una nueva etapa. El «qué hay de lo mío» se ha transformado ahora en un «a ver si hay algo para mí». Son algunos de los detalles que siempre han pervivido alrededor del club y que León tendrá que transformar. O igual no le dejan.

Mientras que la firma en el notario no tiene fecha, el departamento del Córdoba comunicó anoche que «el miércoles por la tarde o el jueves por la mañana se celebrará la rueda de prensa de los nuevos propietarios». Luego, lo desmintió. Aunque parece que sí, que la escrituración y la entrada en el club de León y Oliver se producirá esta semana, pero a ver quién es el valiente que se atreve a afirmar que se visitará al notario, en Madrid, el miércoles. Todo está en la cabeza y en el ánimo del virrey y ya se sabe que la soledad del poder puede llevar a decisiones y situaciones un tanto cómicas. Tanto, que las malas lenguas dentro del club aseguran que el retraso se debe a que hoy mismo se recibe uno de los ingresos por los derechos de TV y que con ellos se pretende pagar la última nómina, la de enero, para dejar a todo el mundo al día y así poder afirmar con hechos, al menos aparentes, de que «aquí no se debía nada a nadie cuando me fui». Podría ser verdad, aunque después del trazo gordo habrá que repasar la letra pequeña. Porque otra cosa no, pero letra pequeña ha habido. Siempre.

Porque incluso aunque no hubiera esa referida letra pequeña, lo que le queda a este Córdoba por delante no es sino sufrimiento y poner en juego su futuro. La euforia del 20 de diciembre duró 18 días, aunque está bien una bajada a la realidad para no perder perspectiva. La alegría de entonces era lógica: además de un increíble 5-0 en casa, la noticia de la marcha de Carlos González brindó a muchos la oportunidad de vivir unas navidades de ilusión y hasta de alegría. Para colmo, el pensamiento en corto tras el 5-0 dejaba en muchos la idea de que no había nada que tocar. Tanto, que hasta Jorge Romero lo reconoce públicamente con una diferencia de apenas tres semanas. El técnico blanquiverde departió ayer en el antepalco con Jesús León y con Luis Oliver y todos lo tienen claro: además de modificar al equipo en todas sus líneas, la tarea que queda por delante es titánica. El Córdoba debe jugar 11 partidos en El Arcángel en la segunda vuelta y en números absolutos, el conjunto blanquiverde ha de sumar 10 triunfos si quiere salvarse. Es decir, que muchas de sus opciones pasan por que el Córdoba sea como local aquel equipo de la etapa de Paco Jémez. Sin él en el banquillo, la afición debe ser más importante que nunca, de ahí que León y Oliver planeen realizar un económico abono de media temporada para intentar generar un ambiente de final en cada encuentro en el estadio municipal. La salvación y, por extensión, el futuro de este Córdoba pasará por la fuerza que tenga para resurgir ante sus propios aficionados, que han de ser más protagonistas que nunca, y no sólo de refuerzos o de buenas relaciones con unos y otros.

De ahí que, en el mejor de los casos, y aunque no hubiera letra pequeña en ningún papel, el problema podrá no verse en el palco tintado de El Arcángel pero el huevo de la serpiente se encuentra aún caliente en forma de descenso y de una plantilla a todas luces insuficiente. El primer paso, volver a congregar, al menos, a una docena de miles de seguidores en cada partido. Y el segundo, pelear la permanencia, ya que ahora no se está ni en la distancia. El tiempo apremia.