Parecía que nunca iba llegar. El imaginario cordobesista pensaba que el cohete del Córdoba despegó hace seis semanas ante el Valladolid y su meteórico ascenso se pararía en junio con la permanencia certificada.

Pero ayer el cuadro de José Ramón Sandoval bajó al mundo terrenal con una derrota que, como consecuencia, hizo al aficionado blanquiverde recordar la dura situación que está viviendo esta temporada, y que aún se puede complicar esta tarde. El pasado jueves el entrenador de Humanes comentó que el empate ante el Oviedo fue una vuelta a la realidad, pero el tropiezo de ayer le enseñó las dimensiones del iceberg que debe superar el Córdoba en los nueve partidos que restan de competición.

Por otra parte, el ambiente que se esperaba en Los Pajaritos era más propio del castillo de Invernalia con temperaturas gélidas, nieve y un campo helado. Pero a la hora del partido el resplandeciente sol parecía que iba a ser el faro que iluminase al Córdoba para conseguir la victoria. Y parecía que ese triunfo iba a llegar con los primeros minutos de un buen Córdoba que, aunque no inquietase a su contrincante, sí que intentaba proponer juego con balón.

De golpe, toda la hostilidad con la que se iba a encontrar el Córdoba cambió en un contexto favorable para ganar, sin olvidar que Sandoval nunca había perdido contra un Numancia que cuya defensa presentaba las mismas grietas que le salieron a la ciudad, entonces celtíbera, durante el asedio de la República de Roma por parte de Publio Cornelio Escipión en el verano del año 133 a.C.

El Córdoba no aprovechó las grietas de la muralla numantina y le condenaron las suyas propias

Pero, a diferencia de aquellos soldados romanos, los jugadores del Córdoba no supieron colarse entre los huecos de la muralla numantina y en cambio, los jugadores del cuadro soriano aprovecharon los más que habituales huecos que presenta jornada a jornada la defensa cordobesista. Así llegó el primer gol en un regalo de Aythami en forma de autogol.

Pese al golpe, la reacción del Córdoba fue fulgurante y llevado en volandas por una incansable afición que sí dio guerra en el estadio soriano, llegó el tanto de Jovanovic que volvía a relucir la ilusión de ganar en una complicada plaza y que el cohete siguiera en órbita. Lo intentaba el Córdoba con técnica y calidad, pero el factor físico fue el que desequilibró la balanza en favor del Numancia y así obtuvo el segundo gol poco antes del descanso. En esta ocasión, la grieta fue un Pawel Kieszek que se precipitó en su salida.

Un golpe que esta vez sí acusó un Córdoba que buscó el empate con el corazón. La presión soriana era asfixiante y el Córdoba no encontraba su sitio en el campo. La estrella que brillaba en anteriores ocasiones, Reyes, sacó la bandera blanca en la recta final para ser sustituido. Antes, el ejecutor cordobesista, Sergi Guardiola, pudo asestarle a su rival un nuevo golpe que podría dejarle, al menos, inquieto. Pero la suerte le dio la espalda al jumillano y su remate se fue al poste.

El Córdoba siguió intentándolo en la recta final espoleado por unos aficionados que aún mantiene la fe y la ilusión de curar a su paciente. Una ilusión que le llevó a olvidarse de la derrota. Ayer la descubrió de nuevo.