Luis Oliver ya quería con 25 años dirigir un club. En 1988 intentó hacerse con la presidencia del Real Zaragoza, pero perdió las elecciones con Zalba.

Casi una década después, logró entrar en uno, y gracias a que el club estaba en manos de un ayuntamiento. El Xerez, cuyo alcalde (Pedro Pacheco) ejercía de presidente, fue la primera entidad que dirigió este navarro que siempre se ha movido entre empresas constructoras, de servicios, inmobiliarias y, en los últimos años, clubs deportivos. Ya arrastraba problemas con algunas operaciones realizadas en años anteriores con firmas del sector de la seguridad u otras relacionadas con la construcción, pero en Jerez se dio su primer bautizo de fuego con la controversia. Entre otras, el caso del futbolista croata Igor Musa, que provocó que la Interpol emitiese una orden de búsqueda sobre Oliver por utilizar cheques sin fondos para pagar el fichaje.

Tras endosarle el paquete mayoritario a Gil Silgado, que hundió al club gaditano, Oliver se marchó al Cartagena. De esa época, el cordobés Pepe Murcia no tiene, precisamente, buen recuerdo de él, pues le destituyó antes del arranque liguero. Un incumplimiento por parte del ayuntamiento de la ciudad departamental abrió la espita a los impagos en el club blanquinegro, que terminó con la línea telefónica cortada por no abonar la factura. Finalmente, tuvo que responder ante la justicia por un presunto delito societario y otro de falsedad documental y se marchó antes de hundir al club cartagenero, que cambió de nombre. De ahí pasó, en el 2010, al conocido lío por el Betis, la operación de venta con Lopera, la intervención de la jueza Alaya y la sombra contínua de que era un hombre del primero de manera encubierta. Pero su mayor escándalo en el fútbol llegó, precisamente, de su entrada en el Betis, aunque de ahí deviene uno de sus recientes ingresos con la venta de un paquete de acciones de la entidad verdiblanca, en torno a los siete millones de euros.

Todas las grises polémicas que ha acumulado en los despachos se transforman en luces cuando se trata del balón. Con el Xerez ascendió a Segunda y rozó la llegada a Primera. En el Betis hizo la plantilla que ascendió a Primera con hombres como Jorge Molina, Rubén Castro o Salva Sevilla (operación en la que negoció con el Córdoba). Su hijo, que podría llegar a la entidad blanquiverde, fue refrendado hace un mes como consejero del Real Betis y comanda el grupo de inversión que controla el Extremadura, que a día de hoy pelea por ascender a Segunda. Al Córdoba llegaría como director general deportivo, centrado en el apartado en el que no le ha rodeado la polémica: el fútbol y solo el fútbol.