-Debutó entre turbulencias, con Lucas Alcaraz y con los italianos en el palco. Y esa marejada institucional cuando apenas tenía 21 años.

-Sí es verdad. Hubo mucho movimiento el año en el que debuto con Lucas. Las circunstancias se dieron adversas, teníamos dos laterales magníficos desde mi punto de vista, entre los mejores de la categoría, Gerardo y David de Coz, y dio la casualidad de que se lesionaron los dos la misma semana.

-Las primeras patadas al balón no las da en el Córdoba.

-Desde pequeños, tanto a mi hermano como a mí, nos ha gustado el balón. Mi abuela se quedaba siempre con nosotros y nos llevaba, porque mi madre trabajaba. Un día pasamos por el campo de fútbol y nos metimos a jugar. El entrenador vio que se nos daba bien y nos invitó a seguir yendo todos los días. Me formé en Apademar, el club al que le debo todo, sobre todo personalmente, el que me ha formado como persona y en el que, hoy en día, tengo una escuela con mi nombre allí, lo que es un orgullo. Que ese tenga mi nombre como parte de él es un verdadero orgullo.

-Le veo dedicando su tiempo a Apademar cuando deje el fútbol profesional.

-Sí, me gustaría dedicarle más tiempo, pero con el fútbol profesional tengo menos tiempo. En esta etapa, el tiempo que tienes es para dedicárselo a los hijos y a mi mujer, pero me gustaría en un futuro dedicarle tiempo a Apademar. Mi hijo todavía no ha cumplido tres añitos y ya está pegando patadas allí, en el campo de Fátima, y eso te invita a hacer más cosas allí.

-¿Le gustaría entrenar?

-Sí, pero a niños. A gente profesional lo veo muy difícil. Es un cargo que necesita de mucho ímpetu, mucho trabajo, mucha profesionalidad e igual no se me daría tan bien. Pero de niños sí, son todo ternura, no tienen maldad alguna y los disfrutas. Es el fútbol más puro.

¿Cómo llega al Córdoba?

-En cadete de primer año. Ya me pegan la patada de Apademar (ríe) y me dicen que tengo que salir, porque si sales más tarde los plazos se acortan. El Córdoba me hace la oferta y la acepto. Ese año se da muy bien, porque disputo el campeonato de selecciones provinciales y también autonómicas. Estuve con Manuel Sánchez, pero ya no está. Luego pasamos con José Romero y después con Alfonso Hidalgo.

-¿Y en el filial?

-El primer año tuve a Pedrito, Rafa Navarro estaba precisamente de segundo entrenador, y ya el segundo año con Alfonso Hidalgo.

-Luego le llama Alcaraz para el primer equipo.

-Al final se cumple un sueño que tienes de niño. No es tópico, es la realidad. Es la aspiración de cualquier niño: jugar en el equipo de tu tierra. Es verdad que actualmente, ahora, con los presupuestos que hay ahora, que son más ajustados, es como más fácil. Pero entonces había mucho más dinero y preferían firmar gente de fuera antes que subir a gente de la casa, por lo que era más complicado. Pero yo ponía todo para intentar llegar al primer equipo. Tuve la suerte de gustarle a Lucas Alcaraz y, poco a poco, me llamaba a un entreno a la semana, luego cada vez más y finalmente me quedé todo el año con ellos.

-¿Hay mucha diferencia en el paso al fútbol profesional y más con un técnico como Alcaraz?

-Ya no es solo el entrenador. Es la velocidad del juego en el fútbol profesional, muy diferente al fútbol semiprofesional. Creo que el entrenador parte de la base de que hay mucho trabajo por delante, pero el ritmo del balón, del partido, del jugador, es lo que manda.

-Y como chaval, aguantar también las novatadas de los veteranos.

-Antiguamente sí. Recuerdo que cuando era cadete llegué a entrenar alguna vez con Paco Jémez y Luna Eslava en la primera etapa. Y me acuerdo de que estaban Pierini o Javi Moreno y con ellos sí que había… Recuerdo una anécdota con Javi Moreno y es que un día fui a entrenar, me llamaron para entrenar con Jémez y me compré unas botas para estrenarlas en ese primer entrenamiento. Unas Mizuno amarillas, no se me olvidarán. Llegué con ellas al vestuario y Javi Moreno las cogió y dijo: “¿Esta cosa tan fea qué es?”. Y me las tiró a la basura (ríe). Y me regaló un par de botas suyas, lo que pasa es que me quedaban grandes. Yo le decía: “Javi, con el trabajo que les ha costado comprarlas a mis padres y tú me las tiras”. Siempre acordaré esa anécdota.

-Aquel año, a pesar de lo institucional, el equipo estaba aislado y se le veía ordenado en el campo.

-Lucas lo tenía muy claro. Nosotros no podemos hacer nada institucionalmente. Nuestro patrón es el campo de fútbol y nos tenemos que aislar, tenemos que mantenernos en una especie de burbuja con respecto a lo que pase en los despachos. Y Lucas, en ese aspecto, lo tenía muy claro. Y eso lo transmite a la plantilla y en aquel entonces la plantilla lo cogió.

-Y eso que en aquella época también había impagos, incluso mayores que ahora.

-Sí, sí. Recuerdo que la primera plantilla tuvo que denunciar los impagos de varias mensualidades y se produjo ya la venta. Al año siguiente, Gaspar, Pepe Díaz, Alberto se quedaron apartados del primer equipo y fue a causa de eso.

-Llega una nueva propiedad, también le pilla jovencito, porque ha vivido tres dueños y varios presidentes. Había una depresión en la ciudad porque parecía que el equipo iba a sufrir, incluso descender.

-Pienso que ese año se va a recordar siempre. Lo hablo con la gente y siempre me mencionan ese año. Ese verano era un poco caos, había un presupuesto muy bajo, la gente parecía que venía de descartes de otros equipos y parecía que iba a ser una debacle. Pero fue todo lo contrario. Más que compañeros éramos amigos y eso se nota en un campo de fútbol. Aparte, Paco puso su esencia, el juego bonito que se dio ese año. Se disfrutó y yo el que más, creo que no habrá año igual que ese. Creo que al final él hizo una familia del equipo y lo trasladábamos al campo.

-¿Lo de que un equipo se convierta en familia es porque coincide un grupo de jugadores concretos, unos caracteres, o tiene que ver mucho el entrenador, fomentar esa unión?

-Al final creo que es un cómputo de todo. A Paco le gustaba hacer comidas, reunirnos, vernos juntos, era parte de su entrenamiento, por decirlo así, llevarnos bien. Era el reflejo que daríamos luego el domingo en el campo. Era su meta y lo consiguió. Como dices, ese año disfrutamos todos muchísimo, nos compenetrábamos mucho.

-¿Puede ser el mejor recuerdo de su carrera?

-Sí. Yo lo disfruté como ningún otro año, porque sabía que cada domingo que salía a El Arcángel íbamos a ganar. Eso lo disfrutaba la gente. Y eso, en muy pocos sitios u ocasiones me ha ocurrido. Sabía que iba a disfrutar cada domingo y después que iba a ganar. Y que la gente lo disfrutaría.

-Parece que en la historia del Córdoba es recurrente eso de iniciar todo con malos presagios y darle posteriormente la vuelta.

-Sí, al final el fútbol es muy imprevisible. Todo lo que parece negro, en dos días, se convierte en blanco. El año pasado, por ejemplo, nos daban por muertos y llegamos más vivos que nunca. Haces un partido de la hostia ante el Sporting y te salvas. En dos o tres semanas se puede convertir lo malo en bueno.

-Tras Jémez, se va a mitad de la siguiente temporada. Y regresa en el 2017, también con Carlos González, pero ya en otro Córdoba, muy diferente del que se fue.

-La verdad es que sí. Soy sincero y no te voy a engañar. Esperaba volver a la época aquella de Paco. Aquí, en mi tierra, disfrutar y hacer disfrutar a la gente. Pero no fue así. Mi mujer me lo advertía: “Jose, los años estos que hemos vivido en Córdoba es muy difícil que se repitan, porque disfrutar como aquella 2011/12… Sabemos donde vamos, una plaza difícil de torear”. Y yo pensaba que era mi equipo, mi tierra, me han dado la oportunidad de regresar y creo que es lo mejor para mí. Y decidimos venir. Es verdad que nos encontramos el club un poco tambaleándose, que no se sabía para dónde iba y como antes te decía de Lucas, que supimos aislarnos, entonces no supimos aislarnos. El principio de temporada ya se vio como se dio.

-Está usted abonado a los cambios. Debuta en la 2010/11 y poco después, cambio en la propiedad. Regresa en el 2017 y, a los meses, cambio de máximo accionista.

-Yo a mi mujer se lo decía en broma: “Parece que si estoy yo tienen que cambiar de dueño, ¿será por mí?” (ríe). Son situaciones que no podemos controlar, debemos adaptarnos a ello e intentar que nos influya lo menos posible.

-Va cogiendo experiencia y llega el brazalete de capitán. No es fácil ser capitán.

-Es complicado. No es solamente llevar el brazalete. Tus compañeros te dan ese liderazgo para que intentes guiar al grupo de la mejor manera posible. Lo intento y hay veces que lo haré mejor y otras peor, pero sé que llevar el brazalete es un orgullo. Soy de aquí, vivo esto, siento esto y creo que es el mejor regalo para un futbolista de Córdoba, llevar el brazalete de tu equipo, y lo luzco con orgullo. A los más jóvenes intento transmitir que tenemos que ir todos por el mismo camino, que si los capitanes decimos que hay que ir por un lado, que nos sigan porque es lo mejor para el grupo y así lo vemos. Nos respetan y estamos orgullosos de ser capitanes del equipo.

-El tiempo pasa rápido. Se va joven y cuando regresa es capitán. El fútbol es vertiginoso.

-Pasa el tiempo y no nos damos cuenta. Se pasa todo muy rápido. A mí se me han pasado los años de fútbol muy rápidos. Las temporadas corren muchísimo. Como dices, me fui con 22 añitos, tengo 29 y parece que fue ayer cuando estaba jugando aquí con el campo embarrado contra el Dépor, que llovió lo más grande. Me tiré cinco años fuera y es cierto que el tiempo corre muchísimo.

-Antes comentaba que el fútbol es muy imprevisible y ha dado algún ejemplo. ¿Es tan imprevisible como para que este equipo también dé ese cambio o no da para tanto por tantas complicaciones que hay?

-Yo creo que se puede salvar el equipo. Si pensara lo contrario te lo diría también. Pienso que sí. Por qué no. El año de Zaragoza, que jugamos el play-off contra el Girona, nos metió un 0-3 en casa. Y vamos a Girona y remontamos, una remontada épica, de las que pocas veces se ve, es cierto, pero se consigue. En la actualidad creo que se le puede dar la vuelta a la situación. Mientras que las matemáticas existan nosotros vamos a ir a por eso. También te digo que tenemos que arreglar esos pequeños errores que nos penalizan para poder ganar los partidos. Debemos estar aislados de todo el mundo y centrarnos en nuestro partido. Tenemos todo perdido y lo que nos queda es subir hacia arriba. Bajar no podemos bajar. Hemos tocado fondo. Ya solo podemos ir para arriba.