Un enigma, en su acepción, es «una cosa que no se alcanza a comprender». Este Córdoba, en lo económico tiene no pocos. En lo deportivo, tantos o más. Durante esta temporada, sobre todo en su segunda mitad, se ha observado, por ejemplo, la incomprensible suplencia durante un mes de Pawel Kieszek.

Otro enigma lo protagoniza la suplencia de Luso, que ha jugado en cinco puestos diferentes y, sin embargo, apenas disfruta de minutos, no tiene cabida. Otro enigma (aunque se sospechen causas) es el adiós de Bijimine y su nula participación en el equipo desde su incidente poligonero, a pesar de que se dijo públicamente que cuando se recuperara sería «uno más».

Por cierto, antes de ese incidente era titular, a pesar de alguna escapada sevillana desvelada por empleados del club y con conocimiento del cuerpo técnico en las semanas previas a aquel febrero.

Siguiendo la estela enigmática habría que hablar también de aquel desembarco de jóvenes con el correspondiente ostracismo de profesionales en la grada que ha ido progresivamente cambiando y descambiando en función, también, de las múltiples mutaciones de sistema, hasta cinco en menos de un trimestre.

Podría seguir hablando -ustedes mismos también- de muchos enigmas en este Córdoba, a nivel deportivo e institucional, pero no quisiera atosigar a Luis Carrión, un tipo del que siempre he manifestado que me cae bien, a pesar de que todos esos vaivenes, actitudes y declaraciones suyas hayan provocado que muchos aficionados le hayan señalado como «pelele», «marioneta» y, más que «hombre de club», «hombre al servicio de intereses personales del mandamás del club». Obviamente, Carrión es un novato en la categoría y no se le puede condenar por esos vaivenes, lógicos, o porque el filial haya hecho la serie que ha hecho bajo el mando de Jorge Romero.

Esto último, por cierto, podría catalogarse como otro de los enigmas del fútbol. Este periódico se quedó con uno de ellos: la suplencia de Juli tras ser fundamental y titular durante dos tercios de Liga y estar recuperado desde hace casi dos meses.

Se quedó con él en base a una información en la que se asegura que tiene una cláusula de renovación automática que se activaría de forma inminente. Se contrastó la información con el club, que respondió que ni sí ni no, amparándose en las famosas cláusulas de confidencialidad, que se rompen al interesado dictamen de la propia entidad blanquiverde. Como tal enigma se publicó el viernes, y Carrión manifestó públicamente que lo publicado era «mentira». Algo que no se alcanza a comprender no puede desmentirse. Y si lo que es «mentira», según Carrión, es que exista tal cláusula, entonces solo quedan dos vías.

Una, que mienta él obligado por el club. La otra, que diga la verdad y no exista dicha cláusula, algo que pudo hacer el propio club un día antes cuando fue consultado por este periódico, al que respondió que esa «cláusula de confidencialidad» que «todos los empleados del club, incluidos los jugadores, tienen firmada», y por la que el Córdoba no puede «desvelar un dato contenido en un contrato particular» impedía respuesta alguna.

Por lo tanto, el club, 16 horas después, le permitía desvelar lo que antes callaba para atacar a este medio, lógicamente, utilizando a su entrenador.

Siendo grave la mentira, prefiero quedarme con la primera opción. La segunda significaría dar la razón a lo que piensan esos muchos aficionados de él.