Ha sido el Córdoba, desde el inicio de temporada, un equipo emocional. Cuando había otro entrenador, otro presidente, otro dueño y hasta otro ambiente, cuando la Liga daba sus primeros pasos, se apuntó que este Córdoba se basaba mucho en lo emocional. Cuando todo le iba mal, terminaba en desastre, en ruina gorda. Una pequeña cudesta arriba se le convertía en la del Reventón y no atisbaba remedio. Cuando se levantaba una pequeña ola favorable, cogía la tabla y surfeaba como nadie. Obviamente, pocas olas se vieron, pero cuando se atisbaron, parecía este Córdoba otro equipo. Tras el terremoto de enero y ante la falta de carburación, llegó José Ramón Sandoval. Y la dosis de emotividad creció exponencialmente. No es que fuera lógico, sino además, necesario. Sólo alguien que casi no estuviera en sus cabales podía pensar que un equipo con la salvación rondando los 14 puntos se iba a plantar a luchar por la permanencia, de tú a tú, con dos, tres e incluso cinco equipos más. El Córdoba sigue en esa pelea, por más que saliera goleado de El Arcángel por un Huesca que está a años luz de los blanquiverdes. De hecho, está a años luz de cualquier Huesca que haya visitado anteriormente el coliseo ribereño. Pero sin restar méritos a los azulgrana hay que convenir que tuvieron a un aliado en el propio Córdoba, que en las últimas semanas, cuando ha rozado el objetivo con las yemas de los dedos, ha seguido entregado a esa emotividad, a ese chute de adrenalina ilógico, al empuje con el corazón, a que los suyos les lleven en volandas. Como si no hubiera otra manera de ganar, como si la táctica diera igual, como si el fútbol, en definitiva, fuera secundario. Y si un equipo como el de Rubi, que otra cosa igual no, pero de conceptos de fútbol anda sobrado, tiene esa oportunidad la aprovecha como lo hizo ante los blanquiverdes. También habrá que decirlo: al equipo de Sandoval le faltó un punto de suerte, aunque podría ser más bien equilibrio. Pero en este Córdoba en el que todo se mezcla y se confunde, vaya usted a saber.

Esa previa, ese recibimiento y el ambiente general de los últimos días dieron para diez minutitos. No más. Salió enchufado el Córdoba y tuvo dos ocasiones por medio de Sergio Aguza que pudieron finalizar en gol. Valentín salvaba una ocasión visitante en el área pequeña poco después. Y se acabó. El partido se equilibró primero y Álex Gallar le propinó el primer golpe, después. Defensa blandita y portero extrañamente dubitativo ayer después de actuaciones más que sobresalientes y generador de puntos. Pero es lo que tocó.

Los locales acusaron el golpe y no supieron rondar a Remiro, siquiera, por lo que un cuarto de hora largo después, el Huesca anotaba el segundo, obra de Melero, en una jugada en la que tampoco el polaco estuvo especialmente afortunado. Pudo el centrocampista madrileño aumentar la cuenta antes del descanso, pero el 0-2 en las duchas reflejaba lo ocurrido sobre el césped: el Huesca fue mejor y, sobre todo, tenía un plan.

Sandoval dio entrada a Reyes y el Córdoba lo notó. Curiosamente, Álvaro Aguado, que apenas apareció en el primer acto, aumentó exponencialmente su producción con la entrada del utrerano, que avisó desde el inicio que su objetivo iba a ser la banda derecha azulgrana hasta que Galán implosionó. Martilleó por ahí el Córdoba con más corazón que convicción, pero al menos el Córdoba transmitía la sensación de que el encuentro no estaba cerrado. Una recuperación de Loureiro con centro al segundo palo del gallego confirmó, a través del remate de Guardiola, que sí, que el partido estaba vivo. Pero este Córdoba no fue capaz de mantener viva la llama ni cinco minutos, porque en el saque del centro del campo, de nuevo el Huesca encontraba la autopista de la banda derecha blanquiverde para anotar el tercero. No cejó en su empeño el conjunto blanquiverde porque veía que el calor y el cansancio hacían mella en el rival e intentó de nuevo generar algo de esperanza a los suyos. Con algo más que corazón, con Reyes y Aguado, que eran los únicos que parecían tener una visión cercana a lo que había que hacer, aunque desde el primer tiempo, la segunda línea blanquiverde llegara tarde casi siempre a todo. Llegó el segundo gol local merced a un penalti de Melero sobre Álvaro Aguado que transformó Reyes. Y tampoco ese 2-3, ese estar a un pasito de algo positivo, logró el Córdoba mantener durante mucho tiempo, porque cinco minutos después era Galán el que cometía un clarísimo penalti sobre Cucho Hernández que transformó el colombiano.

El corazón y las ganas no daban ya para mucho más. Rubi intentó acorazar al equipo por dentro y en aquella banda derecha que tantos quebraderos de cabeza le había dado en la segunda mitad a su Huesca. Y el partido se murió. No sin antes fallar Guardiola una ocasión en el área pequeña tras la que se topó con el poste.

El partido, más allá de lo que supone clasificatoriamente (deberá ganar este Córdoba el 75% de los partidos que quedan) dejó una impronta muy parecida a la de los últimos encuentros, sobre todo el del Reino de León. Este Córdoba anda sobrado de corazón, de adrenalina y de víscera. Bastante justito de piernas (mal de toda la temporada ya avisado) y falto de fútbol e ideas. Y el momento es ahora. O nunca.

Ficha técnica:

Córdoba: Kieszek; Loureiro, Aythami, Valentín, Javi Galán; Edu Ramos; Jovanovic (Reyes, m.46), Sergio Aguza (Eneko, m.66), Aguado, Narváez (Quim Araujo, m.72); y Sergi Guardiola.

Huesca: Remiro; Alexánder González, Pulido, Jair, Akapo; Aguilera, Melero (Sastre, m.72); Moi Gómez, Ferreiro (Kilian, m.84), Álex Gallar (Luso, m.75); y Cucho Hernández.

Goles: 0-1, M.22: Álex Gallar. 0-2, M.37: Melero. 1-2, M.60: Sergi Guardiola. 1-3, M.61: Cucho Hernández. 2-3, M.65: Reyes, de penalti. 2-4, M.70: Cucho Hernández, de penalti.

Árbitro: David Pérez Pallas (Comité Gallego). Amonestó a los locales Valentín, Eneko y Edu Ramos, y a los visitantes Melero y Remiro.

Incidencias: Partido de la trigésima octava jornada de Segunda, disputado en El Arcángel ante 15.300 espectadores. Terreno de juego en buenas condiciones.