El Córdoba le aguantó el pulso al Zaragoza lo que aguantó la intensidad o, mejor dicho, la concentración de sus jugadores. El pasado domingo el conjunto blanquiverde jugó una primera parte de tú a tú ante el equipo maño, pero el resultado no fue un duelo vibrante cargado de choques en el centro del campo, ni un correcalles con ocasiones a tutiplén. No. El Zaragoza, a sabiendas de los enormes errores defensivos semanales del equipo de Rafa Navarro, saltó al césped de El Arcángel a aguantar, a dejar correr los minutos y a tratar de buscarle las cosquillas al Córdoba.

El partido, en sus primeros 45 minutos, parecía más una pachanga veraniega o un amistoso de esos que se juegan entre semana en agosto, para cargar las piernas de los jugadores. De hecho, en las estadísticas finales solo se cuentan 15 faltas locales y 12 visitantes, con un total de tres amarillas. El Córdoba, con la excepción comentada en el anterior artículo de Andrés Martín, no le puso mucha intensidad al partido aunque, eso es cierto, sí parecía ordenado. Fruto de ese orden y de la gran aportación de Andrés llegaron dos claras ocasiones, con sendos remates del joven ariete sevillano a la madera. El Zaragoza también tuvo sus opciones en una primera parte igualada e incluso con mayor protagonismo blanquiverde.

Un error de Luis Muñoz desencadenó la enésima caraja atrás de los blanquiverdes esta temporada

Pero tras el descanso volvieron los problemas de siempre, en este caso protagonizados por un Luis Muñoz que ha sido de lo mejor del equipo esta temporada, pero que pareció contagiado de la desidia y de la falta de concentración de muchos compañeros. El futbolista cedido por el Málaga no supo controlar un saque de banda efectuado por Menéndez ni tampoco despejar la pelota o cederla al portero. Dejó que Marc Gual le robase la cartera y acabase con calidad, sentando al portero Marcos Lavín e inaugurando el marcador. Era el minuto 50.

A partir de entonces la segunda parte fue un espectáculo -otro más- demencial por parte del Córdoba a una afición que, definitivamente, dejó de prestar atención a lo que pasaba en el césped. Mitad desilusionada y mitad cabreada, la hinchada asistió entre cabizbaja y arisca a un partido que se rompía por el centro. Bodiger siguió en su cuesta abajo con los blanquiverdes. No es ni la sombra del Yann que llegó a la ciudad califal y ayer pareció desconectado, fallando en las marcas, en la colocación en el campo y achicando los espacios siempre tarde. El Zaragoza llegaba a línea de tres cuartos con una facilidad pasmosa y así vinieron los otros dos goles maños, también marcados por Gual. En el 75’, tras una buena asistencia de Pep Biel después de un fallo defensivo coral, y en el 79’, tras un rechace de Luis Muñoz que rebotó en las piernas de Carrillo antes de acabar llegando al área local (sin oposición, sin disputas, sin sangre atrás) para que Gual completase su triplete.