A la hora de la comida ya se adivinaba que no sería una típica tarde de Domingo de Feria. Unas nubes negras, pero negro intenso, decoraban el cielo de Córdoba. Era el único pero a una tarde no muy calurosa. Por eso, los aficionados que acudieron a su cita habitual con El Arcángel podían embriagarse de la diversión que suponía bailar la música propia de las casetas de Feria.

Por este motivo, desde primera hora de la tarde los colores blanco y verde tuvieron una fuerte presencia en el recinto de El Arenal. Y cuando se está en cualquier caseta, escuchando las canciones de moda y otros clásicos del pop español, rodeado de tus familiares y/o amigos, uno consigue evadirse de la realidad. Aunque, ese Carpe Diem se alejaría de la mente de los aficionados cordobesistas, al igual que los casi 200 almerienses, a medida que avanzaba la tarde y se conocían los resultados.

Resta una hora para el partido y el Alcorcón le sigue ganando al Rayo Vallecano, y al mismo tiempo se viene a la cabeza el triunfo del Barça B. El aficionado puede ir animado de la Feria, pero el cosquilleo en el estómago es más que patente.

93 minutos de fútbol generan un vaivén emocional, pero también otra forma de pasarlo bien, al fin y al cabo

Con esas sensaciones se adentraron los cordobesistas en El Arcángel, de ahí que el ambiente recordase a las grandes tardes de fútbol en Córdoba. Desde el himno, la afición tenía ganas de llevar en volandas a su equipo. Y a ello el escuadrón blanquiverde debía responder con buen juego, porque al fin y al cabo el público quiere divertirse aún con las pulsaciones a más de 180.

El conjunto de Sandoval superó a su rival durante los primeros 30 minutos con buen juego y ocasiones. Y en ese periodo de tiempo llegó el tanto en propia puerta de René. Primer pico de euforia desatada en El Arcángel, que pasó después a la tranquilidad al ver cómo el Córdoba controlaba el ritmo del partido antes del descanso. Tras conversar sobre el partido u otras anécdotas, los 22 protagonistas regresaron al verde con el himno del Córdoba, de nuevo.

Aunque a diferencia de la primera mitad, el Almería salió con más insistencia a por el empate. Entonces, esa tranquilidad pasaba a tensión y temor de que el conjunto rojiblanco consiguiera, al menos, el empate. Y en ese periodo en el cual el balón merodeaba constantemente el área cordobesista, hubo también dos picos de sentimientos desbordados. El primer, cuando Pozo quiso engañar a Pulido Santana al tirarse en el área, pero el colegiado tranquilizó a la parroquia blanquiverde al enseñarle amarilla. Unos minutos más tarde, los nervios llegaron con el gol de Juan Muñoz, que aunque a la postre fuese anulado, hubo unos segundos en los que el aficionado local no sabía a quién acudir.

Ya en la recta final del choque, la expulsión de Sulayman supuso otro punto de alegría al ver que esa victoria estaba cada vez más cerca. De hecho, los jugadores del Córdoba no conseguían construir alguna ocasión clara en forma de contraataque. Evidente para el aficionado y su visión desde la grada, acrecentando aún más su ansiedad.

Pero ya en la última jugada del partido, Quim Araújo exaltó todos los sentimientos de los presentes en El Arcángel. 93 minutos dan para todo tipo de sentimientos. Aunque en conjunto, todo ese vaivén emocional forma parte de esa diversión del fútbol, tan válida como la que hay al otro lado el estadio.