Pues no. La noche de brujas o de difuntos no fue el jueves, sino el domingo. Al menos, en clave futbolística. En este Córdoba CF nada ni nadie es lo que aparenta y la mascarada puede terminar con un susto de los de síncope. Un susto que puede dejar el trauma de hace unos meses en una broma de mal gusto. Es tiempo ya de quitarse las caretas, todos, porque lo que viene por delante, o al menos lo que se adivina, dejará blanco y helado a más de uno si no se cambia de rumbo. El Córdoba CF cayó en El Prado talaverano ante un adversario animoso, poco más, pero que mereció como mínimo terminar el encuentro con desahogo en el marcador. El conjunto blanquiverde de hace una semana en El Arcángel se quedó en un recuerdo doloroso: ni una disputa ganada (casi ni discutida), ni tres pases con un mínimo sentido, sin actitud, sin ánimo competitivo, sin ganas, en definitiva. El grupo que viajó ayer a Talavera lo hizo porque le obligó la RFEF e intentó ponerse la máscara del Córdoba CF. Pero no, no coló, Sí que llevaba la segunda camiseta del club blanquiverde, pero era en lo único en que se pareció, aunque fuera mínimamente, a un equipo.

Cuatro metros cuadrados

En la primera parte, el Córdoba fue el campeón del Subbúteo. Los únicos arañazos los recibe el propio campo. Desconchones, alguna abolladura, etiquetas y adhesivos que muestran los picotazos del paso del tiempo y de las partidas (que no partidos), pero los jugadores, intactos. Eso sí, en su sitio, siempre en su sitio. Que corra el balón. O el rival. O el árbitro. O incluso el médico. La voluntad se limita a golpear el balón. La intención, que este salga hacia adelante. Nada más. Pero todos en su sitio, Así, los cuatro metros cuadrados de los que eran responsables estaban completamente cubiertos. 44 metros cuadrados en total. Los otros 3.700 que completan el terreno de juego de El Prado fueron para el Talavera. Un equipo que, como el Algeciras o el Yeclano, no pasó de entregado, de intenso, de voluntarioso. Ay, cómo se echan de menos esas cosas desde hace tiempo en la casa blanquiverde. El Córdoba CF no llega ni a eso. Quizás por esa supuesta calidad que apenas nadie ha visto hasta ahora. Quizás porque hay excusas de sobra para hacerlo y que carguen otros con las culpas. Quizás porque el destino de este equipo se pretende tenerlo escrito ya de antemano. Quién sabe, quizás por un poco de todo, el Córdoba CF no pareció ayer, en la primera parte en Talavera, ni tan siquiera un equipo. Y eso ya no es un problema ni de club ni de entrenador. El caso es que los once que salieron de verde y negro parecieron disimular los primeros 15 o 20 minutos. Mostraban un partido relativamente igualado. Pero a partir de ahí, el Talavera, viendo que el adversario no oponía resistencia, se vino arriba. Con sus armas, que eran suficientes para hacer daño a un grupo que saltó con el nombre del Córdoba CF. Un cabezazo de Samu Corral avisó, en el minuto 22, de la manera en la que llegaría el primer gol, algo más de quince minutos después. Sin oposición alguna. Entre aquella ocasión y el gol, otra que evitó Becerra tras un buen contragolpe de Expósito, siempre con una autopista ante sí, metros cuadrados de su propiedad y, al fondo, uno de verde y negro pinchado en sus cuatro metros cuadrados. Y como él, los otros nueve que vestían de blanco y azul. Demasiado fácil para los rivales, demasiado duro para el que lo contempla y le corre algo de sangre por las venas.

El mismo guion

La segunda parte no mejoró en nada. El discurso de ambos no se movió ni un centímetro por más que Raúl Agné intentara, a base de cambios, vestir al grupo con la máscara de equipo. Al poco de salir de vestuarios y en el espacio de un cuarto de hora largo retiró a De las Cuevas, Fernando Román y Novaes, haciendo saltar al campo a Ortuño, José Antonio González y Antonio Moyano. Fran Alcoy, como una muestra más de lo que suponía el partido para los suyos, reservó los cambios para los minutos 86, 88 y 90.

Tampoco miró a puerta el Córdoba CF en ese segundo acto, mientras que el Talavera aprovechaba una y otra vez los errores defensivos y de entregas en el mediocampo de los visitantes. La más clara, un disparo de Jonxa, tras un lastimoso error en la banda izquierda blanquiverde, que no transformó en gol porque Fernández bloqueó el disparo.

A cinco minutos del final, el Córdoba CF disparó entre los tres palos y anotó. Un pase a la espalda de la defensa local, obra de Fidel Escobar, dejó a Owusu solo ante Óscar Santiago, al que superó con facilidad. Cinco minutos antes, el ghanés vio la quinta amarilla, cuya sanción combina con la llamada de su selección. A su vuelta, bien hará Raúl Agné en recordarle que este, el fútbol, es un juego de equipo, ya que el africano estaba dispuesto a dar más balones al adversario antes que combinarlos con sus compañeros. Al igual que el de Mequinenza deberá poner orden en los golpes francos a favor. Ver hasta a cinco jugadores «negociando» de quién es balón para el lanzamiento no ofrece, precisamente, imagen de tener las ideas claras. Ni unos ni otros.

Enorme el trabajo que tiene el aragonés por delante. Entre otros motivos, porque además del futbolístico, la situación de este Córdoba CF se debe a la multitud de máscaras que soporta. Y que, hoy por hoy, dan miedo. Bastante más miedo que la noche de difuntos.