¿Cómo se hacía esto? Es como cuando llevas mucho tiempo sin acostarte con una chica. Cuando de repente sucede, sin esperarlo, porque te esperabas un no y resulta que es un sí, no sabes ni levantar las sábanas.

Estábamos a dos velas.

Iban pasando las semanas, nos íbamos acostumbrando, porque a todo se acostumbra el cuerpo. Un fin de semana, otro. Nada. Todo eran noes. Abstinencia. Ya ni lo echaba de menos. Es que desde el 24 de septiembre ha pasado mucho. Lo vas dejando, lo vas dejando y cuando quieres darte cuenta llevas cinco meses sin levantar las sábanas. Cinco meses es casi medio año. Medio año es mucho según para qué cosas.

¿Coño, cómo se hacía esto?

Creo que había que gritar mucho. A lo bestia. Como si estuvieras descargando todo lo que tienes acumulado. Gritar sin importarte los vecinos, sin importarte la hora, el qué dirán. ¡Qué van a decir, si estarán todos igual!

¿Había también que saltar? El salto es opcional. Los más jóvenes saltarán, seguro que saltarán, con ese entusiasmo propio de quien piensa que no puede haber nada más intenso. Bendito entusiasmo. Pero habrá incluso quien se quede en silencio, disfrutándolo por dentro. Los más nostálgicos quizá simplemente sonrían, y ya está, porque no podrán evitar acordarse de que no hace mucho el grito era por algo mucho más apetitoso.

¿Entonces cómo se hacía?

Yo creo que ni los propios jugadores lo sabían. El número cuatro se quedó tumbado en el suelo, llorando. No suele ser lo normal. Tumbarse, sí; llorar, no.

Hay que ver lo que cambiamos por un flechazo. El buen humor que se nos queda. Ya todos sonríen, ya nadie se acuerda de la pañolada, que por cierto, impresionante. Debía durar un minuto, pero estaba gustando tanto que lo prolongaron veinte segundos más.

El amor aplaca las broncas, o al menos las mete debajo de la alfombra momentáneamente.

La megafonía se relajó. Quizá pensó que con tanto amor nadie se acordaría de pitar, pero la gente no olvida, ni siquiera anestesiada.

Al final acabamos despertando.

Con un grito, con un salto, con un silencio o una sonrisa. No sé si se acordaba usted de cómo se hacía, pero la verdad es que sienta bien. Da igual la forma. Lo importante es que volvimos a hacerlo.

Esta contracrónica iba a empezar como si fuera un chiste: Esto son dos amigas que quedan para ir al estadio por primera vez y cuando llegan se dan cuenta de que tienen entradas en dos gradas diferentes. Como no pueden estar juntas, deciden irse.

- Qué desgraciadas; nos vamos a beber cubatas.

Dicen que luego lo vieron por la tele, pero chicas, la tele no tiene nada que ver con la realidad. Debisteis quedaros y gritar, gritar a lo bestia, que quién sabe cuando volveremos a hacerlo.