No deja de ser extraño que uno de los detalles de la mejora, leve, del Córdoba tras la llegada de Curro Torres fueran las acciones a balón parado, tanto defensivas como ofensivas. En las segundas, aunque con la eterna falta de tino de siempre, los blanquiverdes habían mejorado ligeramente. Pero en donde más se notó ese trabajo en la estrategia fue en el aspecto defensivo. No era una sensación: así lo marcaban las estadísticas, tanto antes de la llegada del de Ahlen como desde su primer partido, en la jornada 15, al frente del Córdoba, en donde los remates bajaron significativamente cuando antes, siempre había remate, en muchas ocasiones con peligro y no en pocas con gol. Ayer, sin embargo, el Córdoba perdió a balón parado.

No porque el Numancia mostrara un tiralíneas perfecto e indescifrable para cualquier equipo, no. Diamanka ejecutó en dos ocasiones casi la misma jugada para anotar el primero y el tercer gol, ambos en el primer tiempo, con toda la permisividad del mundo. Si el Córdoba es un club serio, el directo responsable en el campo no debería volver a jugar, al menos, a vestir la blanquiverde, ya que aunque sea su actuación más descarada, no es la única deficiente de esta temporada. Y no solo él, evidentemente, pero la entidad tiene algunos tumores y ya está tardando en extirparlos -alguno eliminó en el pasado reciente- para evitar que la metástasis finalice en deceso. Urge la limpieza por la vía quirúrgica porque este Córdoba vuelve a ser el de hace tres meses, aquel que en el minuto 20 ya tenía el partido «resuelto», aquel que pareció arrancar justo antes del parón navideño y al que el 2019 no es que le haya sentado mal, simplemente, ese vestuario necesita un terremoto y tanto ellos, dentro, como muchos de los de fuera saben dónde está el problema. Quiénes son parte del problema.

Y ya se sabe que nunca contribuirán a la solución. No está en su ADN, son lo que son y nadie ni nada les cambiará, así pasen por cuatro entrenadores diferentes, dos consejos de administración y, si fuera posible, tres aficiones. El Numancia disparó en esos primeros 45 minutos tres veces sobre la portería de Carlos Abad, que «regaló» el segundo, lo que no hacía fácil centrar la crítica única y exclusivamente en el entrenador. De hecho, el Córdoba había corrido en el minuto 60 cuatro kilómetros más que el rival y hasta ese minuto el Numancia había disparado, con el balón en juego, un solo tiro (min. 56) de Diamanka desde la frontal, a excepción del mencionado segundo gol de Oyarzun. El Córdoba, antes del primer sonrojo, había llegado a través de Piovaccari y de De las Cuevas y, antes del descanso, también había tenido una ocasión a través de Quim Araújo. Por lo tanto, muy fácil para los sorianos, indignante y dolorosamente fácil, básicamente por fallos individuales muy claros, groseramente nítidos. Por lo tanto, el club no tendrá más remedio que llamar a Míster Quitanieves. Le va la vida en ello.

La petición constante de responsabilidad, el cambio de técnico, el lógico enfado de una grada que a poco que se le da responde siempre y alguna cosa más no ha sido suficiente, por lo que la entidad no tendrá más remedio que actuar todo lo contundentemente que pueda en casi las dos semanas que restan de mercado. Ojalá que sea suficiente para curar lo necesario, porque hay mucho ahí dentro. Demasiado.

Sí, mejoró el equipo en la segunda mitad. Básicamente porque hizo prácticamente lo mismo pero no tuvieron efecto los regalos individuales. Los hubo, la mayoría de ellos provenientes de los mismos, pero el Numancia no los pudo aprovechar. Sí lo hizo el Córdoba, ya que al gol inicial nada más salir de vestuarios y tras una buena acción con asistencia de Piovaccari, Juan Carlos no quiso ser menos que Abad y ofreció al transalpino el segundo gol visitante, lo que apretó el marcador y abrió de nuevo el encuentro.

Le sentó bien al equipo la entrada de Andrés Martín, que entre los dos goles cordobesistas probó a Juan Carlos con un zurdazo que generó esperanzas. Pero tras ese 3-2 pareció extinguirse la capacidad de reacción, las ganas de ganar o el último apretón a base de orgullo o casta. Hasta ahí ya no. La cosa daba para un cuartito de hora, por lo que Curro Torres, ya a la desesperada, intentó metiendo a Jovanovic y a Erik Expósito que el equipo lanzara balones largos que pudieran ser aprovechados tanto por los recién entrados como por el pichichi blanquiverde y Andrés Martín. Ni para eso dio el Córdoba en ese último cuarto de hora. Al contrario, se le volvió a dar un regalito a los locales en forma de pérdida en el centro del campo que no supo aprovechar Guillermo, que se topó -esta vez sí- con un buen Carlos Abad. Se hace difícil de comprender que algunos de los componentes del equipo de Curro Torres intenten tener detalles preciosistas en un campo helado y cuando el propio equipo está situado en el penúltimo lugar de la tabla. Posiblemente hoy termine siendo colista. Posiblemente haya que recordarles a ellos y a otros que están ahí dentro que son futbolistas de un equipo en descenso toda la temporada, por lo que la calidad, como el valor en el ejército en tiempos de paz, solo se les supone. Solo les queda mostrar esa responsabilidad que hasta ahora no han demostrado, garra y carácter, que tampoco han brillado, precisamente, hasta ahora. El Arcángel no espera una brillantez individual, solo aguarda un milagro. Con la actual plantilla llegaría con entrega y compromiso. Y algunos parecen no querer entenderlo.