No es tan diferente el cordobesismo de otras aficiones. Si pierdes en lo que algunos califican como «poco más que una capea» pones el grito en el cielo. «Nos ha ganado una banda», «no nos llevamos ni las pachangas» y, por supuesto, el ya ancestral «los jugadores no quieren ganar». Esa intención de perder casi no cabe en ninguna otra profesión: el abogado quiso perder el juicio, el cirujano dejó morir al paciente o el entrenador ha perdido a propósito. Llamativo. Sin embargo, si se gana ese partidillo parecido al que jugábamos en la media hora de recreo es, lógicamente, «lo que había que hacer», «no significa nada» o es que «el rival ha salido con los de primero de EGB y nosotros, en comparación, ya tenemos vello en todas las partes de nuestros juveniles cuerpos».

El Elche saltó al terreno de juego del Martínez Valero con nueve no habituales en sus filas. Solo José Juan y Juan Cruz estuvieron en Riazor, por lo que Pacheta, como casi todos, tiró de la segunda unidad para el compromiso copero, sí. Pero también lo hizo el Córdoba, no sólo con los Marcos Lavín o Sebas Moyano, sino también con el resto. Porque hoy por hoy y aunque muchos estén llamados a ser titulares o protagonistas en este Córdoba, Fernández, Javi Galán, Vallejo, Alfaro, Javi Lara, De las Cuevas o Erik Expósito no sólo son suplentes, sino algunos que llegaron a Elche directamente desde la grada. Incluso Luis Muñoz, único titular en El Sadar, fue alineado porque para el sábado solo está disponible él y Álex Quintanilla. Así, los no habituales en blanco y verde (más bien azul) fueron 10. De ahí que las buenas noticias, que no fueron pocas -más allá del resultado- es que en plantilla, este Córdoba tiene mucho más de lo que alguno nos ha querido vender. Además, entre cordobeses y jugadores de cantera, cinco en el once titular, para los más puristas con el producto autóctono, incluido un Sebas Moyano que además del golazo dejó la impronta de que sí puede trabajar en el esfuerzo colectivo de presión y defensa.

Así, ese prólogo sobre las segundas unidades es equilibrado, emocionalmente hablando. Luego está el juego, el partido en sí. Ahí, el Córdoba ganó algo que sorprendentemente nunca había ocurrido en Liga o, al menos, en muy pocas ocasiones: los duelos individuales, las disputas. Por ahí empezó a ganar el partido, porque en ese trabajo en los espacios, en esa competitividad reside la posibilidad, posterior, de que salgan los detalles de calidad que tiene este equipo. Porque los tiene. Pero para ello hay que trabajar, tanto en el campo como en la previa, en los planteamientos. También viene muy bien el triunfo y la imagen de este Córdoba en Elche a título individual. Jugadores como Erik Expósito (al menos tuvo ocasiones, aunque las fallara), el mencionado Sebas Moyano, Marcos Lavín, Javi Galán o Javi Lara dejaron la impronta de que los vaivenes en las convocatorias, en los onces y en los planteamientos no han provocado sino mártires en lugar de encontrar héroes que es lo que, al fin y al cabo, ha de hallar un entrenador.

Ya no son los mejores

El triste epílogo, prefiero pensar que solo fue un desliz, se encontró en los minutos posteriores a la finalización del encuentro, cuando Sandoval explicó que las habichuelas están en la Liga, «donde nos tenemos que enfrentar a rivales con un presupuesto superior y con jugadores mejores que los nuestros». Y a entrenadores mejores, se le olvidó añadir. O quizás omitir la referencia a los jugadores, los suyos. Más que nada, para que nadie le recuerde que a su llegada, con solo 13 futbolistas, dijo aquello de que para él eran los mejores e iba con ellos «al fin del mundo» y dos meses después parece haber cambiado de opinión para quedarse en casa. También por el inconveniente añadido de la merma -otra- en la credibilidad que puede tener el grupo hacia él, porque no es el primer descuido o dardo del técnico en las referencias a una plantilla que, con sus defectos y virtudes (que también las tiene) es la que ha de mantener al Córdoba en Segunda. Y a él como entrenador de élite. La trama en este Córdoba da para todo, incluso para comprobar que el nivel de ocho equipos, al menos, está muy parejo, siendo colista el blanquiverde. Por lo tanto, no cumple con esa igualdad y, por no cumplir, no lo hace ni con su presupuesto de «plantilla baratita». Y eso es responsabilidad de todos, por más que alguno pretenda desmarcarse.