Pues se acabó la 2016/17. La temporada del castillo hinchable, la temporada del «tenemos menos pólvora arriba pero más equipo». La temporada del «Oltra estará aquí mientras yo sea presidente» para ser destituido prácticamente horas después. La campaña, también, de la lesión de Deivid, por el que no vendría nadie primero, luego sí y al final que no.

La temporada, también, de un Emilio Vega que en su adiós dejó algunas miguitas («hay propietarios que tienen la potestad como para en momentos puntuales ser diferentes a la otra figura») para llegar hasta el pan abogado nada más llegar a Huesca: «En mi anterior club esa figura (en referencia al expresidente cordobesista, Carlos González) no tenía en el aspecto futbolístico, ni mucho menos, los mismos conocimientos», ya que «básicamente» no tiene «ni idea» de fútbol. Una temporada, asimismo, que ha dado para comprobar todos y cada uno de los sistemas posibles: cuatro o cinco atrás, doble pivote o medio posicional, uno o dos delanteros... Incluso dio también la temporada a la que hemos dicho adiós para un cambio en la portería a la búsqueda de «la reacción del equipo». Por probar, hasta se llegó a jugar sin delantero en un encuentro. También fue la campaña en la que cambió el dueño para que fuera el mismo, es decir, la temporada de la matrioska Azaveco, de Aquiles a Coco. Una 2016/17 «didáctica» en la que no parece, sin embargo, que se haya aprendido en exceso, salvo pedir a la Virgen por la salvación o hacer, incluso, el Camino de Santiago en la época más dura, ya que en esta campaña también se volvió a dormir en puestos de descenso por primera vez en más de un lustro.

Una temporada tan «didáctica» que ha servido, al parecer, para decir a los peñistas cómo deben comportarse y a los periodistas lo que deben escribir. Una costumbre, la de decirle a los demás lo que han de hacer que, al cumplirse siempre de puertas hacia adentro se aspira también a hacerlo hacia el exterior.

La temporada, cómo no, de los interminables juicios: con Royalverd, el pendiente con Tremón e incluso la resolución que ha de llegar desde Suiza. La campaña, también, de los «enfados» de la LFP traducidos en dinero. Asimismo, la 2016/17 ha servido para descubrir a Pawel Kieszek, a Javi Galán y ver vestido de nuevo de blanquiverde a Javi Lara. Ellos tres junto a la colaboración de algún otro, han logrado algo que parecía imposible durante varios meses: la salvación del Córdoba y que éste juegue una campaña más en Segunda División.

Poco parece que va a cambiar, a pesar de que la entidad blanquiverde asegura estar económicamente en el mejor momento de su historia. Debería ser así, porque entre otros muchos motivos inició la temporada con el mayor traspaso desde 1954: 4,7 millones por el 70% de Florin Andone, lo que provoca que se esté pendiente este verano, todos los días, de La Coruña.

También ha sido la temporada en la que se quedan sonrisas heladas. En la previa del encuentro, Alfaro hablaba de que con lo bien que estaba el equipo, la temporada se le había hecho corta a éste. Creí que era el tópico del profesional, pero parece que en el club también están con esa convicción. Nada nuevo. Lo que vale para otros no vale para nosotros y lo que se afirma hace un año ya no es válido hoy. Así, «con los tres descendidos no se puede competir», dijo Carrión con acierto, pero sin recordar que el Córdoba estaba en esa misma situación hace exactamente un año. Fue el octavo presupuesto deportivo y se metió como quinto gracias al último mes de mayo. Hace un año se quería «una plantilla corta». No por lo económico, por supuesto. Palabrita que no. Sino porque era lo que quería el entrenador, el mismo que esta semana dijo en Granada aquello que no se atrevió en Córdoba al recordar los adioses de Florin, Xisco y Fidel. Ahora será corta o no, pero se quiere una plantilla con canteranos. No porque sean más baratos. Palabrita que no. Eso fue un lapsus linguae de Carrión, que ya se sabe que es algo novato. Las convicciones, en este Córdoba, siempre tienen un resultado positivo en lo económico, pero es casualidad. Simplemente, se decide sesudamente y, por suerte, esa decisión apenas reviste gasto.

Así, el argumento de la fiesta del sábado noche era que «si la temporada dura cinco o seis más, nos metemos». Tal cual suena.