La mañana ya había comenzado rara. Tras toda la noche chispeando, Córdoba se levantó con las calles mojadas, el cielo encapotado y los cordobeses con el cuerpo cortado. El cambio de horario hizo que se perdiese una hora de descanso y muchos desayunaron con prisa camino del estadio El Arcángel. Los churros con chocolate se mezclaban con las tostadas en un bar junto al puente de El Arenal, «el mejor bar de la ciudad», añadía un camarero con más arte que la Mezquita.

Para añadirle más papas al guiso de una mañana excéntrica antes del inicio del partido, cinco aficionados del Mallorca, miembros de una peña inglesa bermellona, pedían, con reconocido acento anglosajón, una ración de queso y cerveza para todos. Mientras varios camareros se miraban extrañados, en la esquina, un grupo de aficionados del Córdoba brindaban por la vida con anís. O porque el club blanquiverde pelease con honra hasta el final, vaya usted a saber. «Con la de días que tienes para llevar a tu hijo al fútbol y le llevas hoy que está lloviendo», le despedía el salado camarero.

Dos equipos de la cantera reciben un homenaje; Jorge Romero y Miguel Torrecilla asisten al partido

Ya en el estadio, el tiempo seguía sin acompañar. Temperaturas sensiblemente inferiores a las de días pretéritos y una entrada pobre, sin duda, por la imagen ofrecida por el Córdoba en sus últimos partidos. Algo más de 8.000 almas, la peor asistencia de la temporada. Sin embargo, no quisieron perderse el partido Jorge Romero, exentrenador del equipo blanquiverde, ni Miguel Torrecilla, director deportivo del Sporting de Gijón, que presenciaron el choque en la grada de preferencia.

La baja asistencia al coliseo ribereño no fue óbice para que el ambiente recordase al de días mejores. Pronto se adelantó el Córdoba, y como la alegría duraba más que de costumbre -hasta 54 minutos estuvo el equipo por delante-, pareciese que el anís de la previa envalentonaba a los aficionados, que casi no se creían que su equipo dominase el partido. El penalti fallado por De las Cuevas fue el inicio del «ya verás tu», y más de uno clamaba al aire para que el entrenador cambiase su disposición táctica. “«Rafa, tira pa’lante al equipo!», soltó un hincha con bastante gracia.

Con el 1-1 llegó el mazazo de cada jornada, la sensación de que el partido se escapaba, unida en esta ocasión a la extrañeza de la actuación arbitral, que dio por válido el empate del Mallorca, en fuera de juego, y luego el 2-1 de Piovaccari, también en posición adelantada. Con el golazo de De las Cuevas parecía que todo sería distinto, que el Córdoba no solo iba a ganar, sino que además lo haría con cierto desahogo. Nada más lejos de lo normal. Este equipo sufre lo indecible para sacar un punto, y para sacar tres necesita que el día raro lo sea del todo. Nuevo gol en propia y a sufrir en el descuento. Ese latigazo de Lago Júnior habría entrado en cualquier otro partido de esta temporada. Y si no, tras rebotar en el larguero, el atacante rival habría embocado a gol para poner el 3-3. Increíble, la moneda de cara, el balón a las nubes y la victoria, tanto tiempo deseada, por fin en la buchaca. El banquillo lo celebró como si de una Liga se tratase, pero no era para menos. Muchos sinsabores esta temporada como para no disfrutar del dulce de los tres puntos. Eso sí, queda mucho por remar y poco tiempo por delante. La permanencia, ahora, parece algo más posible que hace una semana.