Sin alarmismos, porque se acaba de jugar la segunda jornada de Liga, pero sí con atención y avisando a navegantes después de lo visto y sufrido en las dos últimas temporadas: el Córdoba ha anotado cinco goles y fallado un penalti -que no hubiera supuesto nada en caso de transformarlo- y sólo ha sumado un punto en dos jornadas. Con siete goles en contra, difícil será no terminar, ya en la segunda jornada de Liga, como el equipo más goleado de Segunda. Una nota que ha de subrayarse, además, porque los defensas que tiene este Córdoba no son los mismos con los que arrancó, por ejemplo, la pasada temporada. Pero a este equipo, además de trabajo específico, también le hace falta músculo en el centro del campo y lo obvio, gente arriba. Por lo tanto, mucha faena por delante debe haber en El Arcángel: en la próxima semana, en los despachos, para cubrir lo que hace falta, que no es poco; pero también en la ciudad deportiva. Porque este equipo no gana disputas, porque tiene mimbres para cambiar el esquema de inicio si es necesario. Teniendo a Quezada y viendo que Valentín puede actuar en el mediocentro, ¿por qué no de inicio el lateral del Castilla con Javi Galán de extremo, Jovanovic en su posición y Romero detrás de un Piovaccari al que el equipo necesita? Se gana ese necesario músculo en la medular y, por lo tanto, un primer paso hacia la confianza. Y, sobre todo, se abandona esa idea que parece impregnar al equipo desde el último tercio de la campaña pasada: 42 finales son demasiadas finales.

Las diferencias entre el Oviedo y el Córdoba se vieron desde el inicio. La presión de los carbayones hizo daño, y mucho, a los blanquiverdes, que sufrieron horrores para salir con el balón medio en condiciones. Ver el balón rondar la línea de defensa o mediocampo cordobesista se convirtió en una película de terror en esos primeros 45 minutos. Lo intentó Bambock, lo intentó Valentín, lo intentó Aythami, lo intentó Álvaro Aguado… Pero no hubo manera. Este Oviedo está llamado claramente a cotas mayores que las del Córdoba y se vio en el campo. Y, por si fuera poco, los jugadores de Sandoval allanaron el camino a su rival, como en el primer gol, a los seis minutos, producto de un fallo en la vigilancia defensiva de los laterales tras una falta a favor lanzada por Javi Lara que se convirtió en un contragolpe en el que, todo lo que podía salir mal lo hizo. El contragolpe de Bárcenas con un balón parado propio, el despiste de Fernández y Javi Galán e incluso Stefanovic, que llegó a frenar algo el disparo de Saúl Berjón, no encontró un compañero a sus espaldas para terminar de evitar ese primer gol asturiano.

El Oviedo recuperaba con cierta suficiencia el balón a cada posesión del Córdoba e incluso amenazaba con el segundo. No llegó antes porque Valentín estuvo muy atento ante Toché (minutos 11 y 28) y porque Bárcenas anduvo algo inocente en un disparo que atajó sin problemas el portero blanquiverde.

El primer disparo del Córdoba llegó nada menos que en el minuto 30, alto y desviado, a cargo de Bambock, pero aunque los locales ponían corazón, les faltaron ideas y un plan mejor en el centro del campo, dado el nivel que planteaba el adversario. Para colmo, llegó el segundo regalo local. Aythami despejaba un balón que, según el defensor blanquiverde, tocó en la mano de Bárcenas. La jugada continuó y Toché dio un pase vertical al panameño, solo ante Stefanovic, al que superó con facilidad.

No faltó actitud en el conjunto blanquiverde, pero sí calma y, desde luego que, si lo tenía, nunca se le notó tener un plan para intentar hacer daño al rival. Mucho corazón, cabeza caliente -demasiada- y ganas de empujar. Pero hasta ahí. En los minutos finales y fruto de alguna entrada excesiva de algún jugador carbayón, el partido se calentó: Sagués Oscoz amonestó a Bambock, a Aythami e incluso llegó a expulsar a Sandoval.

En la segunda parte apareció el Córdoba «de las finales». Movimiento de piezas contínuo, cambios atacantes, mucho corazón, ganas de empujar, pero también muchísimo desequilibrio, por lo que se reiteraba la imagen de un Córdoba que quería y al que no le daba para mucho más. Se acercó con el 1-2 obra de Alfaro, se diluyó en cinco minutos esa efervescencia con el 1-3 de Berjón y el recién salido Piovaccari -quizá debió salir antes- volvió a ver puerta para apretar el resultado, pero no para evitar la sensación de derrota. Bárcenas puso de nuevo tierra de por medio y el resultado final (2-4). Por en medio, un carrusel de cambios, de desorganización y de incapacidad para ganar duelos. En definitiva, de impotencia, más por ausencia de ideas que por falta de elementos. Un detalle: en el descuento, Sagués Oscoz (horroroso) decretó un penalti sobre Piovaccari. Con el italiano en el campo, con Alfaro, con Jaime Romero y alguno más, el lanzamiento correspondió a Álvaro Aguado. No hubiera servido de nada ese gol, solo para remarcar que con seis goles anotados en dos partidos este Córdoba solo ha sumado un punto.

Y lo peor de todo es que si este Córdoba ha demostrado que necesita trabajo en los despachos que ha de traducirse esta misma semana, no le falta menos en el día a día. El desorden, la falta de ideas, y más de una toma de decisión así lo demuestran. Al tajo, que hay mucho por hacer.