Con partidos como el de ayer la satisfacción es tan grande que las palabras salen solas y cuesta más podarlas y encauzarlas. Darles el valor suficiente para adaptar este texto a la gesta que supuso ganar en Vallecas, y a las emociones vividas por los alrededor de 500 aficionados del Córdoba que se desplazaron a Madrid. Medio centenar de cordobesistas que sufrieron como siempre y disfrutaron como casi nunca.

Comenzó el partido mal, con un tempranero gol de Raúl de Tomás, un golazo por cierto. Las cámaras de televisión enfocaban a Sandoval, en un palco cumpliendo su sanción, porque la parte de la grada visitante era de un silencio mortífero.

Pero con el gol de Fernández comenzó la fiesta, que se intensificó tras el definitivo tanto del pichichi Guardiola. Mención aparte requiere el olfato goleador del delantero jumillano, tercer máximo goleador de Segunda pese a militar en un equipo que pelea por salvar la categoría. Aún quedaban algo más de diez minutos de sufrimiento con un Rayo volcado en busca del empate. No por nada los madrileños son líderes y ayer lo demostraron. Con unas bandas poderosísimas y un equipo que llega con pasmosa facilidad al área rival, la victoria cordobesista era algo más que una quimera.

Vallecas fue una fiesta

Pero este reto es solo para valientes, como reza el lema del club, adoptado cuando la salvación estaba a 13 puntos. Ahora dista uno solo del decimoctavo, y con un partido vital el próximo domingo ante el Almería. Pero antes de pensar en los rojiblancos, rival directo por la permanencia, tocaba celebrar la remontada lograda en Vallecas. Las imágenes se sucedían, a cada una más emocionante que la anterior, en pleno carrusel de sentimientos que solo deportes como el fútbol pueden sacar, mientras en el estadio la grada visitante era una fiesta y el árbitro era escoltado por la policía. Dos aficionados del Rayo saltaron al terreno de juego para intentar acercarse al trío de colegiados, mientras uno de ellos rompía de un golpe parte del banquillo local. Ya con los árbitros sanos y salvos en los vestuarios, los jugadores del Córdoba se acercaron a los 500 aficionados para celebrar con ellos la gesta. Cánticos, bailes y ovaciones que vivieron especialmente Fernández y Reyes, los más activos en el acercamiento a la hinchada.

El utrerano se sacó de la manga un partido que rozó el sobresaliente. A la falta de físico antepuso una entrega enorme y las dosis de calidad necesarias para decantar el encuentro. Porque el pase interior a Guardiola previo a la asistencia del jumillano que cerró en el gol del empate Fernández solo puede ser mejorado por la asistencia que le dio a Sergi para el 1-2 definitivo.

Ya en el túnel de vestuarios, Luis Oliver, director deportivo, repartía abrazos a todo el que se acercara, mientras los periodistas avanzaban hasta la sala de prensa. Allí los reporteros fueron testigo de un Sandoval que comparecía con gesto emocionado. Vallecas, un campo tremendamente especial para él, suma una vivencia más para emocionar al entrenador del Córdoba.

Jesús León, ovacionado

Pero aún había tiempo para que la afición cordobesista, ya fuera del estadio, despidiera entre gritos de «Tú sí que vales» y «Sí se puede» al presidente, Jesús León, que se acercó a algunos de ellos a los que estrechó la mano.

Aún no se ha conseguido nada, dirán algunos. Pero los más, incluidos los 500 que ayer regresaron de madrugada en autocar a Córdoba, saben que esto no se puede, no se debe, no se va a escapar. El paso de gigante hacia la salvación debe completarse el próximo domingo ante el Almería. El Arcángel se llenará y el ambiente será como el de las grandes finales. En caso de victoria el Córdoba saldría, casi con seguridad, de la zona de descenso, y con dos jornadas de anticipo. Eso nadie querrá perdérselo.