Hay muchas ganas de que el Córdoba gane un partido a domicilio, pero ayer tampoco pudo ser. El abrazo de Carlos Abad con la veintena de aficionados del Córdoba que presenciaban el partido en el fondo de su portería, justo tras anotar Andrés Martín el 0-1 a seis minutos del descanso, fue solo una ilusión. Igual que la enorme alegría del joven canterano sevillano, que siempre está en el sitio y no duda en rematar en cuanto le cae la pelota. Su gol hizo vibrar de felicidad al cordobesismo, que veía como su equipo se marchaba al asueto por delante en el marcador y se acercaba a su primera victoria liguera lejos de El Arcángel.

Pero nada más lejos de la realidad. El Alcorcón no iba a ponérselo fácil, por mucho que llevase siete partidos sin ganar. Porque los alfareros solo habían caído en una ocasión en su estadio esta temporada, y habían demostrado que tienen la suficiente solidez atrás y peligro en ataque para que pocos puntos se escapen de su estadio de aquí al final de la temporada. Iba con lo justo el Córdoba y eso se notó en los titulares y en el banquillo. Andrés Martín y Quezada en el césped; y Marcos Lavín, Kevin y Chuma en el banquillo. Carrillo, el primer fichaje, anunciado ayer por la mañana, lejos de Alcorcón. Con Fernández partiendo desde el lateral derecho, sin jugar desde mediados de noviembre. Y Javi Lara saliendo en la segunda parte, después de dos meses sin competir.

El Córdoba sigue incapaz de ganar lejos de El Arcángel, ni siquiera adelantándose en el marcador

Demasiados contratiempos para un Córdoba al que, aún con todo de cara, le cuesta un mundo aguantar y cerrar partidos cuando se pone por delante, como le ocurrió en el campo del Reus. O dar el último empujón para cerrar una igualada, tal fue el caso de la pasada jornada en Soria. Mientras tanto, la sonrisa de Carlos Abad en la primera parte se deslució al final del partido. La felicidad de Andrés Martín, que ya lleva cuatro goles esta temporada -uno de ellos en Copa- se difuminó cuando vio cómo entraba Víctor Casadesús al área pequeña del Córdoba, como un rinoceronte, para sellar con la cabeza otra derrota blanquiverde. La novena a domicilio en 12 salidas. Para que se lo miren todos, desde el utillero al presidente, pasando por la directiva, el entrenador que estaba, el que llegó después y aún sigue, y todos los que han vestido la zamarra del Córdoba fuera de casa esta temporada.

Esa veintena de valientes que recibió el cálido -y posiblemente sudado, con gotas de regocijo- achuchón de Abad, se vuelve de vacío a casa. Porque hay pocas cosas más deprimentes que un encuentro que no culmina con éxito. Un estrujón que acaba en desdicha. Un rapto de loca dicha que se convierte en frustración, pena y rabia. Una semana más, una jornada menos. Cada vez cuesta más abrir los brazos para apoyar a un equipo que, lejos de El Arcángel, ha dado nueve de cal y ninguna de arena. Y la próxima jornada, a recibir al Albacete.