La noche del 1 de febrero se celebró en la localidad de Adamuz la tradicional fiesta los culiquemaos, sobrenombre con el que se conoce a los vecinos de este pueblo del Alto Guadalquivir porque cuando llega la festividad de La Candelaria suelen saltar por encima de las fogatas. Algún vecino tuvo que quemarse en alguna de estas celebraciones el trasero para que, de manera cariñosa, se reconociera para siempre a este pueblo. Son muchos los momentos que se viven en torno a esta tradición, en la que los vecinos, muchos de ellos con la ropa de faena tras la jornada laboral en la recolección de la aceituna, y con algo de cansancio, comparten sardinas, viandas y todo lo que encuentran en la nevera para compartirlo con sus familiares y amigos.

Todos los barrios de Adamuz participan en esta celebración, organizándose más de un centenar de candelas que dejan un halo de humo que se divisa varios kilómetros a la redonda.Aunque no se prodigue la promoción de esta fiesta en algunos estamentos públicos, la participación colectiva es mayúscula. Los preparativos comienzan a primera hora de la mañana, con las mujeres organizando la velada. Los hombre se hacen cargo de las labores más pesadas, como traer la leña y el romero, que luego son encendidos para el disfrute de grandes y pequeños. Las canciones tradicionales no faltan en esta concurrencia ciudadana, haciendo honor a las mujeres más jóvenes, a los novios que durante la campaña de la aceituna se han conocido y reciben sus plegarias, así como a los niños, a los que se les pasa por encima del humo que suelta el romero incandescente para que «salga lo malo y entre lo bueno».

Otros años el Ayuntamiento ha sorteado lotes de productos entre los participantes, incluso ha encendido una candela popular en la que muchos ciudadanos se acercaban para degustar los productos típicos de esta fecha, sobre todo los derivados de la matanza del cerdo.

En medio del jolgorio y la degustación de platos típicos, los lugareños no paraban de cantar las canciones de antaño, que se han ido transmitiendo de padres a hijos y que pone de manifiesto que cuando una fiesta gusta es difícil de cambiarla, incluso de fecha.

Desde el alto del cerro de Las Mohoneras, en la carretera que une Villafranca de Córdoba con Adamuz, ya se divisaba anoche la espesa nube que dejaban las decenas de fogatas encendidas. Entre grupos de vecinos, los bares también aprovechaban para dar lumbre al entorno y atraer clientes.

En el trayecto hacia Adamuz, el olor a romero se hacía cada vez más atrayente y casi las voces de los lugareños atisbaban el buen ambiente que se respiraba durante toda la velada. Aunque al día siguiente hay que madrugar, los animados vecinos apuraban hasta bien entrada la noche con tertulias, degustaciones de platos y animados corros alrededor de la lumbre.

Este año ha vuelto a tener el mismo atractivo de todos porque, aunque la jornada de hoy jueves anuncia lluvia, en un pueblo como Adamuz, con olivar de sierra, hasta con estas inclemencias se varean los olivos. Había visitantes de pueblos de alrededor, sobre todo de Villafranca y Pedro Abad, pero también se animaron algunos jóvenes de El Carpio y de Montoro, que, sabedores de la buena armonía que se respira cada año en esta fiesta, fueron protagonistas incluso de algunas de las letrillas que los más mayores le dedicaron, por si alguno de fuera se hace también culiquemao.

La festividad de La Candelaria también se celebra en el resto de los municipios de la zona con distintos tipos de actividades. Los vecinos suelen encender candelas y organizar encuentros. También la iglesia suele sortear en algunos pueblos, como en Pedro Abad, la tradiconal tarta de la Candelaria, en la que suele participar todo el municipio y al que le toca suele repartirla entre sus vecinos.