El jefe supremo de la Comunidad Musulmana Ahmadía y V Jalifa (Califa), Hazrat Mirza Masrur Ahmad, cuya sede a nivel nacional se encuentra en Pedro Abad, cerró el turno de intervenciones del 15º Simposio Nacional por la Paz auspiciado por el Reino Unido.

El evento se llevó a cabo en la mezquita Baitul Futuh, en Londres, con una audiencia de más de 900 personas de 31 países, incluyendo 570 invitados no-áhmadis que incluían ministros, embajadores de estado, miembros del Parlamento y otros dignatarios e invitados.

Durante el evento, Mirza Masrur presentó a Angelina Alekseeva, representante del doctor Leonid Roshal, destacado pediatra de Moscú (Rusia) y presidente de la organización benéfica internacional Fund for Help Children in Disasters and Wars, con el Premio Muslulmán Ahmadía para el Avance de la Paz en reconocimiento de sus sobresalientes servicios médicos y humanitarios.

Durante su discurso, Hazrat Mirza Masrur Ahmad dijo que la Comunidad Musulmana Ahmadía nunca cesaría sus esfuerzos por diseminar la paz en el mundo. Asimismo instó a los líderes mundiales y a los gobiernos «a cambiar sus prioridades» y ayudar a aliviar el sufrimiento de las personas en los paises en vías de desarrollo.

El líder musulmán de los ahmadíes, con más de 200 millones de fieles en el mundo, condenó con vehemencia el comercio internacional de armas y dijo que las naciones que producían armas en países en guerra tenían «la sangre en sus manos». También dijo que los niños nacidos en la pobreza extrema o en áreas de conflicto eran objetivos fáciles y vulnerables para los reclutadores de terroristas. Su Santidad habló de los peligros del extremismo entre los musulmanes y la creciente amenaza de los nacionalistas de extrema derecha, y refutó las afirmaciones de que las enseñanzas islámicas promovían cualquier forma de terrorismo o extremismo.

Por otro lado, abordó un asunto de extrema gravedad en el mundo global, como el de la hipocresía enraizada en el comercio internacional de armas y del peligro que representa para todos los países, argumentando que «para impulsar sus economías nacionales, las potencias mundiales vendían armas «inhumanas» que destruían pueblos y ciudades y robaban injustamente a millones de personas su futuro».

EL CASO DE SIRIA // Dijo que en países como Siria, los soldados del gobierno, los rebeldes y los terroristas luchaban entre sí, «pero a pesar de sus intereses divergentes, todos tenían una cosa en común: que la gran mayoría de sus armas se producían externamente en el mundo desarrollado». Al hilo de esta situación que se está viviendo, apuntó que decenas de niños pequeños y adolescentes en naciones asoladas por conflictos se estaban quedando huérfanos a través de ataques aéreos. «Esos jóvenes debían reaccionar y estaban siendo arrastrados al extremismo», aclaró.