Hace unos días leí un artículo en un diario nacional que trataba sobre la difícil situación, en algunos casos dramática, por la que atraviesan más de la mitad de los municipios españoles, sometidos a un «continuo envejecimiento de su censo demográfico y un mínimo o nulo relevo generacional, con escasas o nulas cifras de natalidad». Esta dinámica, esta evolución hacia la despoblación condiciona toda la vida de un pueblo (factores socioeconómicos, culturales…), y especialmente el ámbito educativo.

El mantenimiento en cada centro de sus líneas de educación se convierte entonces en una cuestión de supervivencia. La decisión de a qué colegio llevamos a nuestros hijos en estas circunstancias toma un carácter que va más allá de una simple decisión en atención a la cercanía, las instalaciones del centro, etc. Debemos tener en cuenta qué colegio cumple todas nuestras expectativas respecto a la educación de nuestros hijos, no sólo las académicas; qué centro puede ofrecer una formación integral.

Teniendo en cuenta que la formación es el primer peldaño para la capacitación profesional, creo que es fundamental que un centro educativo tenga la capacidad de adaptarse y ser flexible a unas condiciones marcadas por la globalización y un contexto tecnológico que avanza inexorable y que marcan el mundo laboral. En este sentido, a nivel personal, considero que como padres efectuamos la mejor elección al escolarizar a nuestros hijos en La Milagrosa. La apuesta que se ha hecho en el colegio La Milagrosa por el bilingüismo creo que marca una diferencia sustantiva con respecto al resto de centros educativos de Bujalance. A este hecho hay que añadir que se han asumido pautas de trabajo en los últimos años que han aportado mayor calidad a las distintas materias curriculares, además de asumir un importante esfuerzo para dotar al centro de más servicios que satisfagan las necesidades de padres/madres y alumnos/as, como el comedor escolar, el aula matinal, así como las distintas actividades extraescolares organizadas desde el colegio. En sí misma, la puesta en marcha de estas iniciativas es algo que ya marca una diferenciación significativa.

Tampoco puedo pasar por alto algo tan importante para un cristiano como es el plano de la fe. Pienso que en un panorama en el que se da prioridad al individuo, al mí por encima del nosotros, al levantamiento de fronteras egoístas que pretenden el olvido de las circunstancias de los demás, es necesaria también una formación cristiana que ponga en valor la solidaridad, una formación humana sustentada por un ideario católico, garantizada de hecho en la Constitución.

Por todo ello, un colegio de pueblo, La Milagrosa, supone en nuestro caso una opción preferencial.