En los ecosistemas agrarios uno de los recursos naturales más relevantes para luchar contra el cambio climático es el suelo, gracias a su potencial para secuestrar el CO2 de la atmósfera. No en vano, el suelo, con tres veces más carbono que la atmósfera, está reconocido como el segundo almacén de este elemento en el planeta después de los océanos, además de constituir uno de los componentes más importantes de la biosfera. Algunas nuevas prácticas agrarias, como la denominada agricultura de conservación, incrementa el efecto sumidero de carbono del suelo, por lo que es una herramienta efectiva para mitigar el cambio climático.

Bajo esta premisa, la Asociación Española de Agricultura de Conservación-Suelos Vivos (Aeac-SV, con sede en el centro cordobés Alameda del Obispo del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera Ifapa), en colaboración con la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes (Etsiam) de la Universidad de Córdoba, el propio Ifapa y otros organismos, están desarrollando actualmente el proyecto Life Agromitiga de Desarrollo de estrategias de mitigación del cambio climático a través de una agricultura inteligente en carbono. Este proyecto, que cuenta con fondos de la UE, se puso en marcha el año pasado y hasta el 2022 quiere poner en valor la capacidad de mitigación de la agricultura de conservación, frente a las prácticas basadas en el laboreo tradicional de las tierras.

La agricultura de conservación se basa en tres principios básicos como son la no perturbación del suelo, la cobertura del mismo por restos vegetales en, al menos, un 30% de su superficie y la rotación de cultivos. «Su probada eficacia para secuestrar carbono en el suelo y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero la hacen acreedora de ser una de las mejores prácticas para mitigar el cambio climático», indica el presidente de Aeac-Sv y catedrático de Ingeniería Agroforestal de la UCO, Jesús Gil Ribes.

En este marco, la siembra directa es la práctica agronómica más representativa de esta agricultura de conservación, que se basa en que no se realizan labores previas y la siembra se hace con maquinaria habilitada para sembrar sobre los restos vegetales del cultivo anterior, con supresión de las labores mecánicas sobre el suelo.

Mediante este proyecto se pretente que el agricultor disponga de herramientas con las que pueda cuantificar la cantidad de carbono secuestrada por el sistema de manejo empleado en su explotación, permitiendo aportar valor a sus fincas y producciones mediante la agricultura de conservación.

Además, y como señala Jesús Gil Ribes, entre los objetivos de este proyecto está el mejorar el estado de conocimiento sobre los contenidos de carbono en el suelo, y desarrollar una herramienta tecnológica que permita evaluar y cuantificar el incremento de carbono debido a mejores prácticas en los mismos, «que sirva de base para el desarrollo y seguimiento de políticas ligadas al cambio climático y comercio de emisiones».

Para ello, y entre otras acciones, se quiere desarrollar una App que permita, a través de dispositivos móviles, cuantificar el contenido de carbono presente en el suelo, y establecer una red de fincas demostrativas en las que se realizará un seguimiento del carbono y se verificará su incremento gracias al empleo de estas prácticas en cultivos herbáceos y leñosos. Asimismo, el proyecto contempla actividades de difusión y formación enfocadas a dar a conocer los resultados, aumentar la sensibilización de los principales agentes del sector en relación al cambio climático, «así como formar a los técnicos y agricultores en las buenas prácticas agrarias utilizadas en este Agromitiga», apunta Gil Ribes.

Entre los resultados esperados, los participantes en este proyecto quieren alcanzar un incremento del contenido del carbono del suelo de un 8% en aquellas explotaciones manejadas bajo los parámetros de la agricultura de conservación. Asimismo, la reducción del 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero en estas explotaciones, y la aportación de documentación que identique medidas a adoptar en el sector agrario europeo, nacional y regional que refuercen las políticas relacionadas con la mitigación del cambio climático.