La ropa ecológica y sostenible está de moda. Las firmas que han apostado por el slow fashion empiezan a ganar cuota de mercado. Son prendas con etiqueta ecológica porque están fabricadas a partir de elementos reciclados o respetuosos con el planeta. Buena prueba de ello es que más de cincuenta tiendas online en España ofrecen artículos de todo tipo bajo criterios de comercio justo, economía circular o sostenibilidad. Un cambio de rumbo que cada vez más es tendencia.

Las camisetas, pantalones, sudaderas o chaquetas que llevan incorporado el sello verde suelen estar elaboradas con fibras de bajo impacto ambiental o algodón orgánico proveniente de cultivos exentos de pesticidas, tintes contaminantes y agentes tóxicos.

Sus fabricantes tienen en cuenta la huella hídrica, pero no solo eso. Atienden también a parámetros como la contratación de proveedores comprometidos éticamente, entre otros. Una muestra de que parte de la industria, aunque aún muy minoritaria, empieza a moverse por otros derroteros.

Hay empresas textiles que trabajan para que sus productos estén confeccionados sin intermediarios, con un recorrido desde la plantación ecológica hasta el telar, donde fabrican con tintes o colores obtenidos por vías naturales.

Otras casas españolas apuestan porque su producción se lleve a cabo en fábricas auditadas por la FWF (Fair Wear Foundation), una organización que trabaja con marcas, trabajadores de la confección y gurús de la industria para mejorar las condiciones laborales en las plantas de confección. Incluso suelen dar un tanto por ciento de sus ingresos a entidades que apoyan sus causas.

Una de las pioneras en economía circular en España es Ecoalf, que desde el año 2009 y de la mano de Javier Goyeneche, transforma residuos como redes de pesca, botellas de plástico, ruedas e, incluso, restos de café, en tejidos para un segundo uso. Es, además, la primera y única firma nacional reconocida con el prestigioso certificado B Corp por su compromiso con las personas y con el planeta.

Entre las curiosidades, destaca una marca de bolsos, Mipoppins, íntegramente fabricada en Madrid con Piñatex, uno de los materiales más innovadores creado a partir de las fibras de la hoja de la planta de la piña. Un elemento considerado residual en la producción y una alternativa totalmente vegana, sostenible y social. El 5% del beneficio de cada pieza se destina a ONGs que luchan por mejorar la vida de las mujeres en distintos puntos del mundo, como la Fundación Ana Bella y la Fundación Mujeres por África.

Otro ejemplo, El Naturalista, es una marca de calzado de La Rioja que pone en el mercado unos zapatos ecosostenibles y veganos con métodos de producción respetuosos con el medioambiente, utilizando sustancias biodegradables y reciclables. En la misma línea destaca Farrapos e contos, nacida en Galicia en el 2017 con una característica diferenciadora: cuentan cuentos con valores. A partir de vaqueros, camisas o vestidos ya en desuso esta firma confecciona baberos, carteras, mochilas… evitando de esta forma que los harapos terminen en contenedores no adecuados. Además, realiza donaciones a pequeñas ONGs y asociaciones.

La mayoría de estas novedades llevan detrás un fuerte componente de investigación y desarrollo.

Es el caso de la marca de zapatillas Yuccs, sinónimo de innovación tecnológica, pues la suela es de caña de azúcar, algo pionero en España, que se complementa con el uso de la lana merina.

Un compromiso mundial

Hasta treinta y una compañías de ropa en el mundo firmaron hace algo más de un año, con el presidente francés Emmanuel Macron como promotor y anfitrión en el Palacio del Elíseo, el compromiso de alcanzar las cero emisiones netas de gases de efecto invernadero en el 2050 gracias al uso de materias primas y energías renovables.

Se comprometían también a proteger y restaurar los ecosistemas dañados, algo extensible a los océanos mediante la eliminación de los plásticos de un solo uso en el año 2030, entre otras medidas. Un brindis al sol, según colectivos conservacionistas como Greenpeace.

Menor vida de la ropa

La moda insostenible, unida al fenómeno conocido como fast-fashion o comprar y tirar, acarrea incontables e irreparables daños al planeta.

Ambientólogos y ecologistas advierten del desmesurado consumo de recursos naturales como e l agua o el suelo para la producción de más de cincuenta millones de toneladas de tejido, en gran medida algodón.

Pero no solo eso; también alertan sobre el gasto energético en petróleo y la liberación de sustancias tóxicas a la atmósfera de las fábricas donde se produce tanta ingente cantidad de ropa.

Asimismo, el apetito voraz por comprar artículos a precios muy bajos tiene otra derivada, el cada vez menor tiempo de vida de las prendas, lo que agrava el impacto ambiental.

Los expertos calculan que el uso medio de una falda o un pantalón ha disminuido un 36,3% desde el año 2002. Y una consecuencia aún más grave: la explotación de mano de obra en países en vías de desarrollo, especialmente de mujeres y niños. Una doble agresión a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que promulga la Organización de las Naciones Unidas en la Agenda 2030.

La vergüenza de comprar

Con todo, lo cierto es que cada vez es mayor la presión y en países como Suecia, por ejemplo, ha surgido un fenómeno bautizado como köpskam, «la vergüenza de comprar». El movimiento pretende reducir la compra de ropa por su alto coste climático y por la irresponsabilidad ambiental que supone seguir los dictados de la moda.

«Se trata de hacer entender a la industria textil mundial que su producción debe ser sostenible», señalan los expertos.