En días en los que se cuestiona la viabilidad de algunos olivares y se demanda una solución para el problema de los bajos precios del aceite, el catedrático de Ingeniería Agroforestal de la Universidad de Córdoba y director científico del convenio Innolivar, Jesús Gil, afirma que «solo serán rentables y viables los olivares mecanizados», por lo que, en su opinión, «la mecanización no se puede ni se debe detener».

En declaraciones a este periódico, Jesús Gil lamenta que, aunque es líder en este terreno, en España «no destinamos suficientes fondos a la investigación e innovación y, en particular, a su mecanización, a pesar de su aportación a nuestra economía». Además, explica que «las empresas de maquinaria son pequeñas y dispersas, lo que dificulta su adaptación a las novedades».

No obstante, cuando se le pregunta cuáles tendrían que ser los siguientes pasos en la mecanización del olivo, adelanta que «vamos a asistir a grandes cambios con la aparición de nuevas máquinas como los sacudidores de copa laterales para el olivar intensivo en grandes setos y el tradicional productivo». A esto añade «la irrupción de la digitalización, el olivar 4.0, con tecnologías de precisión como el guiado automático y el seguimiento de máquinas, los monitores de cosecha, la sensorización y la trazabilidad desde el campo, entre otros muchos aspectos». En la misma línea, este catedrático avanza que «en unos años, empezaremos a ver los primeros equipos autónomos» y, en alusión al ámbito europeo, recuerda que «las exigencias ambientales de la nueva Política Agrícola Común y la imposición de reducciones del 50% en las dosis de fitosanitarios van a llevar a tener que modificar los equipos de aplicación de herbicidas y de plaguicidas, que deberán ser mucho más eficientes, cambiando sus diseños actuales e incorporando las nuevas tecnologías para lograr ese difícil objetivo».

La trayectoria

Este catedrático de Ingeniería Agroforestal reivindica que «la mecanización ha cambiado y está cambiando el olivar», y recuerda que en los años 70, «como consecuencia de la aparición del vibrador de troncos para derribar la aceituna, surgió un nuevo tipo, el intensivo», que tiene entre 200 y 400 árboles por hectárea, y hoy representa el 26% de este cultivo de acuerdo con los datos recientes de la Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO). Más tarde, a finales del siglo pasado, surgió la idea de adaptar las técnicas de recolección de la viña en espaldera y apareció el olivar superintensivo o en seto, «que hoy supone un 3 o 4% de las plantaciones» y tiene densidades superiores a los 1.000 olivos por hectárea, continúa detallando el experto. «Este sistema tiene grandes ventajas e inconvenientes, pero se está imponiendo donde las condiciones le son favorables», subraya.

Por último, Jesús Gil comenta que, junto a lo ya referido, la mecanización «ha incidido en otros muchos aspectos» del cultivo, dando lugar a la aparición de nuevas máquinas «como, por ejemplo, los sacudidores de personales o los recogedores de fardos y, en general, la mejora de los tractores y las máquinas». De este modo, subraya que los olivareros se han beneficiado de estas evoluciones «consiguiendo fuertes reducciones de costes y de mano de obra». Sin embargo, también puntualiza que «el olivar tradicional, el 70% del total y, sobre todo, el más marginal, el de montaña, casi un tercio de este, se ha quedado inviable con los precios actuales del aceite, lo que supone un gran problema para muchas zonas olivareras, que no tiene solución técnica sino política y comercial», aclara el catedrático de la UCO.