Especializado en la caza del conejo, el lince ha vinculado su futuro a la evolución de ellos. En el pasado la persecución directa lo hizo hacerse raro y la mixomatoxis en los años cincuenta lo hizo aún más. En 1989 apareció una nueva enfermedad vírica y lo puso contra las cuerdas, a finales de los noventa se estimaba que quedaban alrededor de mil ejemplares en la Península Ibérica. Ecologistas en Acción dio la voz de alarma a principios de 2001 en una jornadas celebradas en Jaén. En aquellos años la Junta de Andalucía calculaba que existía entre 300 y 400 ejemplares en el conjunto de la comunidad autónoma, lo que representaba el 90% de la población mundial de la especie y señalaba que estábamos ante la última oportunidad para sacar a la especie adelante.

La realidad se mostró mucho más cruda y tras los primeros seguimientos se calculó que no quedaban más de 150 y 200 linces distribuidos en dos núcleos separados: Doñana y Sierra Morena (Andújar-Cardeña). Según el censo nacional de 2002, en los últimos diez años el número de ejemplares había disminuido en un 85%. El escaso número de linces y su concentración en áreas muy reducidas los hacía muy vulnerables a procesos estocásticos (epidemias, fuegos, deriva genética...) que en esa situación podrían fácilmente conducir a la extinción de la especie.

Se diseñó un programa de cría en cautividad, acciones de conservación en los lugares donde quedaban linces y se consiguió el apoyo de la Comisión Europea mediante proyectos Life. Uno de ellos fue el inicio de la reintroducción en dos áreas piloto, una de ellas en el Guadalmellato en la provincia de Córdoba. Sus logros sirvieron para conocer la mejor metodología para futuras reintroducciones que llegarían después a otras comunidades autónomas, como Castilla la Mancha y Extremadura, y otro país, Portugal. Fruto de todo el esfuerzo realizado la población de lince en 2019 era de 820-830 ejemplares, de ellos 130 hembras reproductoras, distribuidos en seis poblaciones unidas mediante el trasiego de individuos dispersantes. El futuro es más halagüeño, ha pasado de la categoría «en peligro crítico de extinción» a la de «en peligro de extinción».

En un articulo publicado en Diario CÓRDOBA en el año 2008 advertíamos: «Los ejemplares reintroducidos en el área seleccionada fallecerán a causa de inanición, atropellados en carreteras, estrangulados por un lazo ilegal a decenas o centenas de kilómetros de donde se liberaron, cercenado uno de sus miembros por un traicionero cepo, y otros simplemente se esfumaran como vapor en el aire a pesar de portar los sistemas

de seguimiento por satélite más sofisticados que existan en el mercado. Todos estos eventos ocurrirán con total certidumbre».

Precisamente hoy estas causas, atropellos y persecución directa, son algunas de las que amenazan a las poblaciones reintroducidas. A esto hay que añadir algo que no se había previsto, la mutación del virus de la nueva enfermedad que además afecta a los ejemplares jóvenes de conejo. La dinámica de crecimiento que presentaban las primeras áreas reintroducidas se ha frenado, quizás por saturación al ocuparse los territorios con capacidad de acoger lince e indudablemente también por los atropellos, la persecución directa y la escasez de conejos.

Estos son los nuevos retos a los que se enfrenta la gestión del lince. En el caso de las carreteras se ha anunciado la instalación de un sistema que consiste en unos dispositivos que detectan tanto la velocidad del vehículo como la presencia cercana de un animal: en el caso de que se prevea una posible colisión, se activa un panel informativo de aviso al conductor. Si el conductor no responde a esta advertencia, se activan unos altavoces con señales acústicas dirigidas a ahuyentar al animal. El Guadalmellato será uno de los lugares donde se va a experimentar con este sistema. La persecución directa, disparos, lazos y cepos es importante en las áreas reintroducidas y hay que actuar con rotundidad contra los infractores. No se puede permitir que el esfuerzo realizado se venga abajo. También hay que resolver definitivamente los ataques a gallineros mediante la indemnización de daños y poniendo reglas claras sobre las condiciones que tiene que tener estos en el medio natural para que puedan evitarse los ataques a los mismos. En paralelo, habrá que retomar acciones relacionadas con la mejora del hábitat del conejo, sin él no hay posibilidad de que sobreviva el lince.

* Biólogo