Una de las consecuencias de la crisis climática provocada por el calentamiento es la fácil adaptación que están teniendo en España especies exóticas de peces y crustáceos que terminan colonizando los espacios naturales. Son especies foráneas introducidas de forma artificial, accidental o intencionadamente y que, después de cierto tiempo, consiguen adaptarse al medio y quedarse en él.

Es un combate desigual en el que lo autóctono es el claro perdedor. Las especies nativas, al no haber evolucionado en contacto con las recién llegadas, no pueden competir con ellas, por lo que son desplazadas o, en el peor de los casos, mueren y desaparecen.

En España existen más 200 especies que han llegado de forma artificial, sobre todo desde climas exóticos. Gracias a las altas temperaturas propiciadas por el calentamiento se han ido adaptando perfectamente y provocan un impacto grave para la biodiversidad y las especies locales.

Uno de los casos más recientes es el cangrejo azul, que va colonizando el Mediterráneo y constituye, por ejemplo, una serie amenaza para la preciada gamba roja. Pero antes llegó, por ejemplo, el popular siluro asturiano, una especie de pez de agua dulce originario de los grandes ríos de Europa central. Se ha extendido artificialmente fuera de su área de distribución natural y ha llegado a países como España, Italia y Kazajistán. Mejillón cebra, rana toro, cangrejo rojo, lagarto Alicante, pez gato… forman parte también de un listado que amenaza tanto a la flora como a la fauna.

Pueden llegar de forma accidental, a través del comercio o del transporte. Es el caso del mejillón cebra en la cuenca del Ebro, adonde llegó adherido al casco de los barcos de manera fortuita y está causando graves estragos en la zona.

Otras especies, en cambio, son introducidas por el ser humano de forma intencionada para actividades como la caza o la pesca (como el siluro), aprovechamientos como la horticultura y la jardinería, para usarlos como mascotas o para obtener pieles, según WWF Adena. Para evitar este problema, la sensibilización pública es clave, según esta conocida entidad.

El Ministerio para la Transición Ecológica alerta de que las especies exóticas invasoras constituyen una de las principales causas de pérdida de biodiversidad en el mundo, circunstancia que se agrava en hábitats y ecosistemas especialmente vulnerables, como son las islas y las aguas continentales. La introducción de estas especies puede ocasionar graves perjuicios a la economía, especialmente a la producción agrícola, ganadera y forestal, e incluso a la salud pública.

Un equipo de científicos del Centro de Investigación Marina de la Universidad de Alicante desarrolla un proyecto para combatir la expansión del cangrejo azul americano por la costa del Mediterráneo. Una especie exótica, muy voraz, sin depredadores conocidos, que apareció en España en el 2012, y se ha ido expandiendo por todo el litoral desde el 2014. Es, además, un cangrejo letal para las poblaciones locales de langostino y sepia.

La voracidad del cangrejo azul

Carmen Barberá, investigadora de dicho centro, explica que su expansión va más rápida que los avances científicos y los esfuerzos de la Administración para combatirlo. Este cangrejo tiene, además, unas tasas elevadas de fecundidad y supervivencia, lo que podría justificar también el éxito de su adaptación en la costa del Mediterráneo o las islas Baleares, con aguas cada vez más cálidas varios meses al año. La pesca artesanal es uno de los sectores más afectados, ya que el cangrejo destroza las redes cuando son capturados, de forma accidental. En La Albufera de Valencia y en el Mar Menor de Murcia está causando problemas todo el año porque pescan también en invierno.

El cangrejo azul se caracteriza por ser muy agresivo, tener las pinzas muy duras y las mandíbulas fuertes, con las que puede llegar a comerse otro cangrejo. Los investigadores han llegado a la conclusión, analizando contenidos estomacales, de que estos cangrejos también se comen entre ellos. Algunos ejemplares pueden llegar a medir más de veinte centímetros de extremo a extremo de sus patas, y pesar más de 450 gramos. Están camuflados de día y pescan de noche. Los huevos necesitan cierta salinidad para eclosionar y expulsar las larvas, por lo que a principios del otoño las hembras migran junto a los juveniles a masas de agua dulce.

Debido a la propia fragilidad de los ecosistemas fluviales y a la costumbre de introducir especies para la pesca deportiva, es entre los peces donde el problema es más acusado. Más del 30% de nuestra fauna piscícola corresponde ya a especies invasoras. Numerosas especies —algunas tan conocidas como la carpa— pueblan las aguas y hacen que los peces autóctonos vayan desapareciendo de los ríos. Así, entre otros muchos, están la perca americana, el lucio, la trucha arco iris y el siluro. La situación no es mejor en el mar. Al menos 110 especies importadas conviven con unas 530 autóctonas en el Mediterráneo, según un informe de Ecologistas en Acción.

Tampoco escapan a ello los reptiles y anfibios. Todos los años se sueltan cientos de ejemplares de las denominadas tortugas de Florida, uno de los animales de compañía más vendidos en Europa. Fue introducido en numerosas lagunas del continente y entró así en competición directa con los galápagos europeos. La rana toro americana ha escapado de las granjas de cría y ya se ha asilvestrado, por ejemplo, en Extremadura.

España se «tropicaliza»

El cambio climático provoca la «tropicalización» de mares como el Mediterráneo. La temperatura del agua alcanza los 26-27 grados a partir de la segunda quincena de junio y hasta finales de septiembre, cuando hace 20 años esto sólo ocurría entre el 1 y el 30 de agosto, subraya el presidente de la Asociación Española de Geógrafos y climatólogo, Jorge Olcina.

La nacra o mejillón gigante, una especie endémica del Mediterráneo, ya ha desaparecido por culpa de un parásito que puede estar relacionado también con el cambio climático. Sólo se encuentran ya ejemplares de nacra en el Mar Menor, el Delta del Ebro y las islas Columbretes, frente a Castellón. La tropicalización trae consigo, aparte de los fenómenos descritos, a nuevas especies que se instalan y aclimatan en la costa y que llegan con sus parásitos, los cuales pueden acabar afectando a la fauna y flora autóctona. «Recibimos especies exóticas del Mar Rojo y del Atlántico tropical. Ya hemos avistado algún ejemplar del pez trompeta, procedente del Indo-Pacífico, y uno de fugu, el peligroso pez globo, así como algas exóticas que están proliferando y compiten con las nuestras», apunta Alfonso Ramos, catedrático de Zoología.

También llegan cangrejos atlánticos, almejas y gusanos tropicales. El mejillón cebra, que no es comestible, es un molusco bivalvo procedente de los mares Negro, Caspio y de Azov. Es una especie con una gran capacidad de modificar el ecosistema y genera por ello importantes impactos ecológicos y económicos. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo considera como una de las cien especies exóticas invasoras más peligrosas del mundo.

En cuanto al cangrejo rojo o americano, se trata de un crustáceo nativo del sureste de Estados Unidos, pero que se puede encontrar en otros continentes, donde a menudo es una especie invasora. Ha desplazado en muchísimos cursos de agua al cangrejo de río ibérico. Se ha comprobado que algunos individuos son capaces de atravesar algunos kilómetros de terreno relativamente secos, especialmente en las épocas húmedas del año, aunque el comercio para acuarios y la actividad pesquera pueden haber acelerado su expansión en algunas zonas.

Es un gran excavador y esta labor puede producir daños en el curso de los ríos y en los cultivos, particularmente en el arroz. En España ha desplazado al cangrejo de río autóctono en casi todos los cursos de agua, y en realidad éste ya sólo permanece en los cursos más altos (donde al agua es más fría) de ríos de Castilla y León, País Vasco y La Rioja.

Sin embargo, la lista de especies invasoras no para de aumentar en nuestro país, según denuncian los expertos, y cada vez se van contabilizando nuevas especies en España.