La Doñana que conocieron los romanos no es la que conocemos ahora, pero es muy probable que sea la que conozcan las futuras generaciones. Hace 2.000 años lo que ahora es un humedal de agua dulce, el mayor de Europa, era un golfo de agua salada donde los romanos pescaban especies marinas. Con el tiempo se fue colmatando con los residuos que arrastraba el Guadalquivir a su paso, evolucionando hacia una zona de marisma y un vergel de agua dulce. Ahora, con la crecida de los océanos, el escenario más probable que se plantean los expertos es que Doñana vuelva a ser invadida por agua de mar, un cambio que afectará a la biodiversidad del espacio natural: algunas especies desaparecerán, otras sobrevivirán y llegarán también nuevas.

La tendencia climática global que se observa en los últimos años es de fenómenos extremos más frecuentes, algo que afecta enormemente a un humedal de gran fragilidad como Doñana, donde cualquier cambio afecta al equilibrio del parque. Los periodos de sequía son más frecuentes y duraderos en el tiempo, un hecho al que se suma la sobreexplotación de los recursos hídricos a causa de la actividad agrícola en las estribaciones del parque, lo que aumenta ese desequilibrio entre el agua que recibe y la que gasta. El impacto se nota en el paisaje, con la desaparición de lagunas estacionales en el entorno dunar, pero también en la vegetación, con floraciones a destiempo y una lenta sustitución de especies, con la desaparición del brezo y la expansión del sabinar, que tiene menos requerimientos hídricos.

Ambos factores repercuten a su vez en la fauna, especialmente las aves, de diverso modo. No solo se adelanta la fecha de migración de algunas aves europeas, sino que especies de otras latitudes más cálidas han empezado a avistarse y reproducirse en el sur español. Por el contrario, hay otras especies que se resienten ante la falta de alimento derivado del cambio de vegetación, como alertaba Seo/Bird Life ya el otoño pasado. «La mitad de las aves de Doñana de las que se conoce la evolución de su población reproductora muestran una tendencia descendente: la cerceta pardilla se encuentra al borde de la extinción, el porrón pardo puede considerarse localmente extinto y ninguna pareja de la amenazada focha moruna ha criado con éxito este año en Doñana», sentenciaron.

¿Es una catástrofe? Los expertos no están seguros de ello. «Las predicciones y escenarios se están cumpliendo, y vamos incluso por delante, pero hay que tener en cuenta que la naturaleza hace lo posible por adaptarse», incide Ricardo Díaz-Delgado, técnico de Teledetección de la Estación Biológica, que destaca que «Doñana es un ecosistema muy dinámico, pasa de un desierto a un vergel, lo que significa que tiene mucha resiliencia». La clave «es conocer cuánto puede aguantar y cuál es su punto de inflexión», por lo que el debate debe ir en torno a mantener vigente esa capacidad de preservarse.