La mayoría de la gente nunca ha visto aceite de palma con sus propios ojos ni sabe qué aspecto tiene. Pero lo cierto es que este ingrediente entra en nuestro organismo por kilos todos los años a través de un sinfín de productos, no solo bollería y repostería industrial, sino también artículos de cosmética. Los motores de miles de coches en España se alimentan igualmente con los llamados biocombustibles, hechos con aceite de palma.

Esta sustancia se extrae prensando el fruto de una palmera denominada Elaeis guineensis, de rápido crecimiento y gran rendimiento industrial. Dada su producción masiva, es preciso realizar enormes plantaciones, casi siempre a costa de selvas vírgenes, que son taladas a un ritmo frenético en las últimas décadas, sobre todo en los países del sudeste asiático (Malasia e Indonesia generan el 84% del total). Se ha llegado a tal extremo que en los últimos 30 años han desaparecido más del 80% de los bosques de la isla de Borneo, lo que ha supuesto acabar con una superficie arbolada equivalente a toda España solo allí. Esta situación está llevando a algunas especies, como el orangután, endémico de Indonesia, al borde de la extinción, pues ven perder su hábitat a pasos agigantados. Si en 1900 había unos 315.000 orangutanes, en la actualidad hay menos de 50.000, dispersos en pequeños reductos que podrían desaparecer en una década, según las entidades conservacionistas. Tigres, rinocerontes, elefantes o tapires sufren también el acoso de las plantaciones de palma. Es una industria que no para de crecer. De hecho, y pese a las señales de alarma lanzadas desde hace ya algunos años por nutricionistas y científicos, la producción mundial ha pasado de 15 millones de toneladas en 1995 a 66 millones en el 2017. Galletas, pan de molde, bollos, cereales para desayunar, snacks, margarinas, chocolates, helados y comidas precocinadas; así como jabones de limpieza, cremas hidratantes o lápices de labios, emplean aceite de palma, a veces de forma camuflada dentro de otros ingredientes. En España, según datos del 2018 proporcionados por la propia patronal del sector, se consumen todos los años 169.325 toneladas de aceite de palma y palmiste únicamente en el sector alimentario. Pero la principal aplicación de esta sustancia en nuestro país es industrial (biocombustible o biodiésel), a la que se destinan 1,5 millones de toneladas, el 83% del total que se importa.

Los daños ecológicos que ocasiona incluyen al clima, pues las quemas necesarias para estos cultivos emiten grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, además de eliminarse también grandes cantidades de árboles que capturan carbono. Las palmeras, además, acaparan para sí los recursos hídricos de la zona, y al modificar la naturaleza del suelo facilitan inundaciones torrenciales, aparte de contaminar la tierra y las aguas con los productos químicos empleados en el cultivo, según Nazaret Castro, Aurora Moreno y Laura Villadiego, autoras de Uno de dos, un libro sobre los efectos de esta industria.

Pero se trata también de un problema de salud humana. Médicos, nutricionistas y expertos de todo tipo alertan de que este producto, consumido en grandes cantidades, es un factor de riesgo cardiovascular y aumenta en la sangre el llamado colesterol malo. Un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma: «La relación entre las industrias de aceite de palma y alimentos procesados, y las tácticas que emplean, se asemejan a las prácticas adoptadas por las industrias del tabaco y el alcohol. Sin embargo, la industria del aceite de palma recibe, comparativamente, poco control».

«El etiquetado a menudo no es claro, y el aceite de palma puede incluirse en cualquiera de los más de 200 nombres alternativos que aparecen frecuentemente en alimentos como las galletas y los chocolates», añadió el organismo de Naciones Unidas.

De hecho, las autoras españolas del estudio sobre el impacto ecológico del aceite de palma afirman que la mitad de los productos que se venden en el supermercado contiene este ingrediente.

Grandes empresas han empezado a prescindir de él y ya hay donde elegir. En este blog, actualizado en el 2018, figura una lista que sirve de orientación: https://www.delcinealhospital.com/2017/04/19/listado_sin_aceite_palma/. Hace tres años, ante la creciente sensibilización social sobre este problema, las empresas del sector pasaron al contraataque y crearon un lobby para defender sus intereses. La Fundación Española del Aceite de Palma Sostenible agrupa a grandes empresas del sector, que recuerdan que el 43,7% del aceite de palma vendido en España para alimentación está certificado como «sostenible». Es decir, cuenta con el sello RSPO (o CSPO) que da ciertas garantías sobre el proceso de obtención del producto, si bien este certificado es cuestionado por casi todas las entidades conservacionistas, al considerarlo insuficiente. También afirma la Fundación que, si no se empleara aceite de palma y se optara por otras alternativas, los daños ambientales aún serían peores, porque otros aceites necesitan aún más superficie de terreno para producirse. Esta afirmación, en cambio, sí está respaldada por algunos informes internacionales, que alertan del impacto que causan las soluciones B como la soja.

Se trata, en resumen, de un debate abierto sobre el modelo de alimentación que se va implantando en el planeta.