La situación actual del PSOE tiene mucho de dejà vu, pero con los papeles cambiados. Si hace poco más de dos años fue Susana Díaz quien maniobró para echar a Pedro Sánchez del liderazgo del partido, debido a los 84 diputados conseguidos en las últimas generales, ahora es Sánchez el que presiona para que Díaz deje su puesto en Andalucía tras la debacle en las elecciones autonómicas del pasado domingo, que la sitúa a las puertas de perder el poder tras casi cuatro décadas. Pero el secretario general y presidente del Gobierno no quiere una guerra abierta, o al menos no todavía, así que este martes José Luis Ábalos, secretario de Organización, ha rebajado el tono que había empleado solo 24 horas antes.

En lugar de insistir en la necesidad de que el socialismo andaluz se "renueve" y "regenere", y de subrayar que "el papel" de un "dirigente" está "subordinado al éxito del proyecto político", Ábalos ha optado por palabras distintas.

"No voy a discutir sobre el término regeneración. Solo le diré que es una identidad del PSOE. La renovación es consustancial, inherente a nuestro proyecto. Por eso tenemos 140 años de historia. Estamos en permanente renovación. Hay susceptibilidades que yo no voy a compartir. Hay que reforzar el proyecto, integrar las nuevas realidades. Yo en ningún caso he planteado dimisiones de nadie", ha dicho el número tres del PSOE y ministro de Fomento, que ha comparecido en la sede del partido por tercer día consecutivo para valorar las elecciones andaluzas, en las que los socialistas perdieron 14 escaños (pasando de 47 a 33), abriendo la puerta a que la derecha gobierne la Junta, por primera vez en democracia, si el PP, Cs y el partido ultra Vox se ponen de acuerdo. Lo más lejos que ha ido Ábalos esta vez ha sido a pedir al PSOE andaluz que no caiga en el "inmovilismo".

LA RESISTENCIA DE LA CANDIDATA

Ábalos ha venido a dar la razón a Díaz, que este martes, en la Ser, ha argumentado que las palabras que pronunció el día anterior el secretario de Organización se habían "malinterpretado". Pero esta retórica suave no implica que la estrategia haya cambiado. La dirección del PSOE sigue creyendo que Díaz debe irse si no conserva al poder, pero no quiere desatar ahora una guerra interna con la que es todavía la federación más numerosa, un choque de desenlace imprevisible que puede tener consecuencias letales para el partido y el Gobierno que preside Sánchez. La idea es esperar, para que la presidenta en funciones asuma que no le queda más remedio que dar peso a otro dirigente. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, es quien más suena como relevo.

"Si finalmente se forma gobierno de las derechas, Susana se tendrá que ir -señala un veterano dirigente socialista-. Hasta que no se concrete esa posibilidad, no debe irse. Lo ideal es que se fuera de una manera ordenada. Pero su entorno le empuja a resistir y eso sería demoledor. El problema grave para el proyecto socialista de Andalucía cara al futuro es el de la abstención de nuestros votantes, lo cual es una crítica durísima a su gestión y a su liderazgo. Es difícil recuperar esa confianza salvo que gobernara y rectificara, cosa que no sucederá si gobiernan las derechas, como casi seguro sucederá".

VISIONES CONTRADICTORIAS

Las visiones en uno y otro lado sobre los motivos del descalabro tampoco coinciden. En la dirección del PSOE y en el Gobierno atribuyen sobre todo el mal resultado al desgaste de Díaz, que todavía acarrea la derrota ante Sánchez en las primarias, y a su campaña "plana", en clave puramente autonómica, sin reivindicar los logros del Ejecutivo. Para el socialismo andaluz, la clave de la debacle se encuentra en los gestos del Ejecutivo hacia el independentismo catalán, una actitud que no es respaldada por la mayoría de votantes del PSOE en territorios como la propia Andalucía, Castilla-la Mancha, Aragón y Extremadura. Aquí, los colaboradores de Díaz incluyen la visita de Pablo Iglesias a Oriol Junqueras en la cárcel para intentar lograr el apoyo de ERC a los Presupuestos pactados con Sánchez, aunque no fuese una iniciativa del presidente del Gobierno.

En el fondo, coinciden varios dirigentes socialistas no implicados en este nuevo choque, "ambas cosas son verdad".