-Hoy finaliza la campaña, que comenzó con una encuesta del CIS que les situaba como segunda fuerza política. ¿Qué valor le otorga a la campaña?

-A las encuestas hay que darle la importancia que hay que darle. A las campañas sí le otorgamos el máximo valor, porque no tenemos la oportunidad de explicar con tanta claridad nuestras propuestas el resto del año. Es un tiempo muy especial para dar a conocer que nuestras medidas son viables y mejores que las de los adversarios. Ganamos mucho cuando explicamos nuestras propuestas porque hay muchos prejuicios en torno a lo que planteamos, en torno a la falta de solvencia, aunque luego hacemos un trabajo parlamentario muy positivo, que no tiene visibilidad.

-¿Cree que ha servido para atraer votos a Adelante Andalucía?

-Sí. La sensación ha sido de ir a más, no solo por las encuestas, sino también por los actos, que cada vez han tenido más afluencia de público y creo que hemos ocupado un papel interesante en esta campaña. Si hubiéramos tenido una semana más, nos hubiera venido muy bien.

-Los pactos han sido objeto de gran debate. ¿Con quién no pactaría Adelante Andalucía?

-No es un momento de pactos, sino de acuerdos. Es el paradigma político en el que tenemos que entrar todas las fuerzas en estos momentos. No va a haber mayoría absoluta en ninguna institución. Sería una oportunidad para la ciudadanía que, en ese contexto, los que estuvieran en el centro de todo fueran las políticas concretas, es decir, que se viera un debate público sobre el presupuesto que se presenta un año, cuáles son las propuestas de los grupos políticos, quiénes son capaces de llegar a acuerdos para sacar adelante determinadas medidas. Creo que es una oportunidad, lejos de la idea de que la inestabilidad de un gobierno es inestabilidad de la gente. Hemos vivido gobiernos de mayorías absolutas que nos han hecho perder derechos que han costado décadas conseguir, reformas laborales durísimas. Las medidas más duras las llevan a cabo gobiernos de mayoría absoluta porque tienen la fuerza suficiente para aprobarlas. En el momento en el que el poder ejecutivo es más débil, y hay un mayor peso en las cámaras, puede ser una oportunidad siempre que aprendamos una nueva cultura de debate político en torno a medidas concretas. Nosotros hemos llegado a acuerdos con Ciudadanos sobre la ley de aforamientos, sobre la ley de atención temprana, y ahí la llevamos con PP e IU; y con el PSOE, la ley de servicios sociales, de discapacidad, de memoria histórica, la ley de las 35 horas...

-Ha dicho que ni muerta gobernaría con Susana Díaz. ¿Podría cambiar de opinión?

-No. Tenemos la enseñanza y el aprendizaje que nos ha sobrevenido a Podemos por la experiencia de IU, que acordaron 50 medidas y solo dos se pusieron en marcha. Después de 37 años, más que un gobierno es una administración completa. Se han roto los muros entre partido, administración y gobierno y es muy difícil desde una posición subalterna cambiar esa situación. Además, nos proyectaríamos a la sociedad como la muleta del PSOE y perderíamos mucha capacidad de alternativa a medio y largo plazo.

-¿Y si no estuviera Susana Díaz?

-No es por Susana Díaz. El susanismo es como una muñeca rusa, quitas a Susana pero está Durán, que tiene la misma trayectoria de político profesionalizado, de falta de vínculo y arraigo social del PSOE tradicional, de la gente que está vinculada a UGT, a la lucha sindical, a las luchas sociales. Esta gente ya se ha criado en la sede, llevan 20 años de carrera política y nos cuesta trabajo entendernos en el mismo idioma. Quitas a Durán y está el candidato por Cádiz, Jiménez Barrios, que también lleva mucho tiempo; lo quitas y sale Teresa Jiménez, de Granada, que es el mismo perfil. Y así todos los candidatos de todas las provincias andaluzas. Por tanto, no es una cuestión de Susana Díaz.

-Insiste una y otra vez que Cs volverá a pactar con el PSOE. ¿Tan claro lo tiene?

-Es algo que no podemos saber seguro, pero Susana Díaz no ha aclarado si va a seguir priorizando su alianza con Ciudadanos, y Ciudadanos cerraba esta posibilidad al principio y ahora parece que deja la puerta más entreabierta. Al fin y al cabo es la experiencia vivida de una alianza muy bien avenida. Hasta que Rivera no ha dicho que se rompa el pacto, y a Susana Díaz le venía también muy bien para convocar ella antes las elecciones autonómicas que generales,... todo parece haber sido muy ordenado, los tres años y medio de amistad plena y siempre, siempre, han votado juntos para bloquear las leyes de la oposición y siempre han votado juntos para sacar adelante sus propuestas. Esto puede repetirse perfectamente. Todo depende de que Cs calcule que le puede venir mejor o peor para las elecciones generales. Hay un componente de intervención permanente de Cs de Madrid. La decisión la va a tomar Albert Rivera.

-Por cierto, ¿qué le parece que Juan Marín les ponga al mismo nivel de Vox?

-Eso no lo había escuchado (ríe). Creo que endulza mucho a la extrema derecha. La extrema derecha no debe endulzarse porque hemos vivido 40 años de dictadura en este país, porque están planteando el discurso cobarde del odio, de apuntar con el dedo al más débil, de culpar de los recortes, de la austeridad y de la precariedad al más débil. Los de Vox no son políticamente incorrectos. Ellos tienen la cobardía de señalar al más débil, ellos nunca señalan a los bancos, al IBEX 35, ni a los poderosos; siempre señalan al último que llega y lo convierten en chivo expiatorio. Y si Cs nos compara a nosotros con Vox creo que está endulzando a la extrema derecha y es una irresponsabilidad.

-¿Qué es lo que más le preocupa de Andalucía?

-Fundamentalmente, que estamos perdiendo capacidad de potenciar nuestros sectores productivos. Ésa es la novedad del ciclo que se abre ahora. Estamos poniendo el transporte urbano en manos de multinacionales con sedes en paraísos fiscales, como Uber y Cabify; ponemos la agricultura en manos de fondos buitres y fondos de inversión que están comprando tierra para olivar intensivo, que es un cultivo que no genera empleo y esquilma nuestros acuíferos. Estamos poniendo los servicios privatizados de la Junta en manos de multinacionales estadounidenses e italianas, como los comedores escolares. Estamos comenzando a perder la rienda de un posible giro económico en Andalucía que apueste por el empleo, que apueste por el respeto al medio ambiente, que apueste por una economía de empleos verdes, sostenibles, etcétera. Incluso el turismo en manos de touroperadores extranjeros, como Booking, una plataforma que cobra un 15% de las reservas... Eso es lo que me preocupa en estos momentos, que no puedes tomar ninguna decisión para priorizar inversiones públicas en sectores públicos propios.

-En la campaña se está hablando mucho de corrupción.

-Sí, por dos cosas. Porque la corrupción genera un enorme desapego de la política como herramienta de solución de problemas colectivos, y eso es grave en términos democráticos. Y, en segundo lugar, la corrupción son miles de millones de euros que no invertimos en abrir camas hospitalarias en verano, en bioclimatizar los centros, en atender la dependencia. Entonces, se convierte en una absoluta prioridad la lucha contra la corrupción. Hemos dicho que es necesaria la reforma de la Cámara de Cuentas, que es el órgano fiscalizador de la política pública, y que tiene 30 asesores para 800 ayuntamientos, 8 diputaciones, 9 universidades, la Junta de Andalucía, la administración paralela. Es imposible que la Cámara de Cuentas tenga capacidad de fiscalizar. Nosotros pedimos también que pueda sancionar malas prácticas administrativas. Por otra parte, presentamos una ley de cuentas clara y abierta para que podamos ver qué se hace con nuestro dinero, y hubiéramos evitado que el dinero de los parados hubiera ido a cosas en las que no se tendrían que haber gastado. El actual Gobierno de Susana Díaz, que dice que está limpio de polvo y paja, no lo está, porque lo sucedido con la Fundación Guadalquivir ha ocurrido en su gobierno, o lo que ha sucedido con el cártel del fuego, que también afecta a esta provincia. Al margen de esto, parece que no tienen especial interés en facilitar los medios para que no vuelva a ocurrir lo que hemos visto con los ERE y los cursos.

-¿Qué ofrece Adelante Andalucía a los votantes?

-Volver a los objetivos del Estatuto de Autonomía de Andalucía, tener una economía de desarrollo endógeno, donde se apuesta por la economía social, por las buenas prácticas de la agricultura ecológica, por el transporte de cercanías, por la movilidad sostenible, por la transición energética, es decir, discurrir el camino del desarrollo de forma que evitemos los vicios de otras regiones de Europa que han tenido que pagar por contaminación, precariedad laboral, etc. La economía social es clave, apostar por quienes crean empleo, pequeñas y medianas empresas con buenas prácticas laborales y ambientales.

-Viene de una provincia, Cádiz, muy afectada por el paro, como sucede con Córdoba. ¿Cómo analiza la situación de Córdoba?

-Es muy compleja porque falta diversificación y una apuesta clara por el turismo, que es el único sector que está creando empleo, aunque sea muy precario. Hemos hecho propuestas muy concretas para fomentar el turismo de interior. Creemos que Córdoba ha sido tradicionalmente apartada, más allá de la capitalidad de Córdoba, en materia de turismo rural y turismo sostenible. Hemos hecho una apuesta por el turismo de senderos, de parajes naturales, porque esta provincia tenía mucho que ganar. Córdoba ha sufrido, como el resto de provincias, la desindustrialización creciente de una industria incipiente, del mueble o la agroalimentación. Habría que apostar por ella. En materia de infraestructuras, la provincia ha sido muy maltratada. Los cordobeses reciben cien euros menos de media en inversión del Estado. Los datos de desempleo de esta provincia no son admisibles. En su momento presentamos enmiendas en los presupuestos del Estado, pero demandaríamos planes específicos de empleo para la provincia desde un gobierno de Andalucía.

-¿Cómo ve el debate sobre la Mezquita-Catedral y su inmatriculación?

-Quienes quieran plantear una disyuntiva entre Mezquita y Catedral se equivocan. Ya hemos visto que es una Mezquita-Catedral y nadie debería ocultar ninguna de sus dos realidades, que además muestra lo que es Córdoba. Sí apostamos de forma clara por las medidas que han puesto sobre la mesa las organizaciones que piden la recuperación de los bienes inmatriculados, en su momento, por la Iglesia. Nosotros creemos que la Mezquita-Catedral, como el resto de bienes inmatriculados, debería volver a la titularidad pública, lo cual no exime su uso como centro de culto. Pero entendemos que aquella reforma supuso la pérdida de un patrimonio cultural y artístico que no debería haberse producido.