Teresa Rodríguez-Rubio Vázquez (Rota, Cádiz, 1981) es la aspirante más joven a la presidencia de la Junta de Andalucía. Y la más «roja» de entre los partidos con representación parlamentaria que concurren a las andaluzas. Roja incluso para su propio partido, Podemos, donde se alinea (o lidera) la corriente anticapitalista y se las ha visto tiernas ya varias veces con los principales colaboradores del líder estatal, Pablo Iglesias, reclamando más independencia para su formación en Andalucía. Es, al igual que el representante de Ciudadanos, Juan Marín, una candidata con pasado al margen de los cargos políticos. Licenciada por la Universidad de Sevilla, becaria en la Universidad de Cádiz, sacó las oposiciones y entre 2008 y 2013 ha sido profesora de Lengua Castellana y Literatura en el Instituto Manuel de Falla de El Puerto de Santamaría (Cádiz). Ella dice que, cuando termine este segundo ciclo suyo en el Parlamento de Andalucía, volverá a ser profesora.

Lo que sí ha sido desde muy joven es activista política. Los temas de educación (cuando era estudiante, y luego desde el sindicato Ustea), medio ambiente, empleo... Ya con 18 años estaba afiliada a Izquierda Unida con la corriente Espacio Alternativo y en 2008 abandonó esta formación al convertirse Espacio Alternativo en Izquierda Anticapitalista, con la que concurrió, sin salir elegida, a distintas citas electorales hasta el año 2011. En el 2014, tras la creación de Podemos, fue una de los cuatro diputados que consiguieron acta en el Parlamento Europeo, donde redujo su sueldo de los 8.000 euros mensuales que percibía a los 1.700 que le correspondían como profesora, donando el resto a distintos movimientos sociales. Dejó la Eurocámara para ser candidata en las elecciones andaluzas del 2015, en las que Podemos obtuvo 15 escaños en el Hospital de las Cinco Llagas.

Tras las elecciones, Podemos no alcanzó acuerdos con el PSOE ni para formar gobierno ni para facilitar la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía, y ahí se inició esa enemistad con la presidenta andaluza que, quizá por ser ambas mujeres, ha sido muy destacada por los medios de comunicación hasta alcanzar categoría de leyenda. Rodríguez y Díaz parecen ser la Némesis de la una para la otra, una posición que, si ya antes era incómoda (sus enfrentamientos en sede parlamentaria han sido memorables) se torna más complicada todavía tras los acuerdos entre el PSOE de Pedro Sánchez y el Podemos de Pablo Iglesias en el ámbito nacional. Y la complejidad se acentúa con las encuestas que dan ganadora a Díaz sin mayoría absoluta y sugieren la necesidad de un acuerdo con Podemos, visto que Ciudadanos asegura que no propiciará esta vez un gobierno socialista. Su posición --dice que no facilitará el gobierno a Susana Díaz pero frenará a la derecha-- recuerda la de la CUP cuando forzó la dimisión de Artur Mas en Cataluña...

Teresa Rodríguez representa, independientemente de sus posiciones ideológicas, un aire fresco en la política. Su acuerdo con Izquierda Unida para unir ambas candidaturas, dejando a Antonio Maíllo la cabecera de la lista de Sevilla (ella concurre por Málaga) habla de generosidad y nuevos aires. Su mensaje directo y el hecho de que haya incorporado el andalucismo de Primavera Andaluza en su candidatura indican un deseo de abrirse a nuevas opciones. ¿Conseguirá superar los 20 diputados que son la suma de Podemos e IU en el 2015? Ese es su reto, que acomete con una indiscutible carga de energía. Un cañón. Mientras, afronta la campaña electoral embarazada, como Susana Díaz en el 2015, y su pareja, el alcalde de Cádiz, consigue mantenerse en un segundo plano que casi es tercero, de discreto.