Andalucía vivió anoche una jornada histórica tras 36 años de gobierno ininterrumpido del PSOE. La baja participación, menor del 59%, provocó que los socialistas se convirtieran en la fuerza más votada con 33 diputados, pero con un batacazo que permitió el avance de la ultraderecha que ya se ha visto en otros países europeos como en Francia, Italia, Austria o Hungría, donde incluso gobiernan. Vox irrumpió anoche en la cámara andaluza y lo hizo a lo grande, con 12 diputados. De esta manera, y con un escenario conformado en dos bloques ideológicos muy polarizados, la suma de las derechas, PP, Cs y Vox, alcanza los 59 escaños superando a la izquierda y dando pie al cambio que tanto reclamaron durante la campaña. No obstante, la candidata socialista Susana Díaz emplazó a PP y Cs a reivindicarse como fuerzas “constitucionalistas” y no apoyarse en la Vox para formar gobierno, pidiendo un gobierno de concentración para frenar a la ultraderecha.

Nada más conocer los resultados, desde Cs y PP reclamaron el vuelco. “Hoy hay diputados que suman para ese cambio, hoy ha llegado el cambio a Andalucía”, proclamó un sonriente Juan Marín tras triplicar diputados y lograr 21 escaños. El mensaje lo reiteró minutos después el candidato del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla, quien con 26 escaños podría explorar la posibilidad de presentarse como candidato a la investidura al mantenerse como segunda fuerza. “El cambio ha ganado las elecciones en Andalucía”, defendió arropado por todo su equipo, “el mandato de los andaluces ha sido que quieren un gobierno diferente al de estas cuatro décadas”. En el lado opuesto, con gesto serio en una noche “triste para la organización”, Díaz apeló a la responsabilidad de los partidos, reclamando que no busquen ese vuelco a cualquier precio y que digan a los ciudadanos que están dispuestos a que “ya no importe quien gane sino que la mayoría del Parlamento la condicione la extrema derecha”.

Las primeras muestras de preocupación llegaron media mañana, con unos primeros datos de participación llamativamente bajos de lo previsto. Los partidos quisieron esperar a la tarde, convencidos de que el buen tiempo o la jornada en el campo estaba retrasando a sus electores. Pero entonces se encendieron ya las alarmas, especialmente en la sede del PSOE y las caras largas se impusieron en la planta noble del hotel donde el PSOE aguardaba los resultados, sobre todo al saber que bajaban del millón de votos. De nada sirvió que el PSOE consiguiera imponerse en todas las provincias andaluzas salvo Almería, tradicional feudo conservador donde volvió a imponerse el PP. Se quedaron en 983.000 sufragios, un 28,10% de apoyos y 14 diputados menos, que se convierten en el segundo fracaso de Díaz tras perder las primarias frente a Pedro Sánchez.

La debacle del PSOE y la aparición de Vox en el panorama político andaluz como llave del cambio taponó otros datos, como la bajada del PP, que mantuvo el tipo frente a las encuestas que le daban una bajada histórica y solo perdió siete escaños, la mitad que los socialistas. También opacó la subida de Ciudadanos, a quien algunos sondeos llegaron incluso a pronosticar un sorpasso a los populares que no fue, aunque logró triplicar escaños y aumentar un 10% sus apoyos. Por su parte, la confluencia de izquierdas Adelante Andalucía, conformada por Podemos e IU, no terminó de cuajar su apuesta entre la abstención y el auge de la ultraderecha, dejando tres escaños por el camino aunque subiendo hasta un sorprendente segundo lugar en Sevilla al desbancar al PP. Antes de conocer los resultados, los responsables de la campaña electoral ya atribuyeron la baja participación a la “desafección” y el “cansancio” de los ciudadanos a la política y las instituciones tras diez años de crisis, y reconocían que el dato de participación, del 58,47 reflejaba la necesidad de una “alternativa política”, aunque no esperaban que esa alternancia se acabara buscando en la derecha.