Nuestro adviento es la esperanza de los que optamos cada día por el amor, por la vida y por la luz, para nosotros y para los demás, porque elegimos como Dios al Padre de la luz, de la vida y del amor. La esperanza es nuestro camino. Un año más nuestro Padre nos recuerda que su Hijo bajó al mundo con su regalo de paz y de alegría. Un niño en el pesebre de un establo; una lucecita que brilla en la tiniebla y la tiniebla no puede ni podrá nunca apagarla; la fuerza del amor, la mayor fuerza del universo o la mayor debilidad si no cuenta con el amor del otro. Algo incomprensible e irrisorio para los poderosos de este mundo, cuyo dios es su poder para negar la vida. No nos dejemos cegar por el brillo de su jactancia y su seguridad, pues su prepotencia y su soberbia están basadas sobre la muerte de sí mismos, y por eso engañan y dominan. Su señor es la tiniebla, y algún día este señor acudirá a cobrar la deuda por haberles dado lo que le pidieron para triunfar sobre los otros. No nos dejemos engañar por ese fulgor de falsedades: no pertenece a quien lo emite; pertenece a su señor, al señor de la tiniebla. La muerte viene cada día a explicarnos que sólo salvaremos de ella el amor que hayamos entregado a la vida y a nosotros mismos. Todo lo demás, todo, será polvo, silencio, olvido; ¡nada sobre nada! Que no nos engañen la falsa seguridad y las certezas falsas de los que se nos muestran tan seguros dominando nuestras vidas y azuzando nuestros miedos, para que les entreguemos nuestra alegría y nuestra libertad, tentándonos a querer ser como ellos. El amor es la verdad que no comprenden los poderosos de este mundo, y que sólo se muestra a los humildes de corazón que tienen a Dios por rey. Ésta es la humilde verdad del regalo de las Bienaventuranzas; es la bondad de cada corazón que quiera promover la vida. Nosotros elegimos al Dios de esa verdad; él nunca nos engaña ni nos traiciona, porque somos sus criaturas. No perdamos nunca la esperanza; sin ella no poseemos nada verdadero y caemos en el dolor insoportable de vivir en el vacío. No nos confundamos ante los que vemos triunfar cada mañana; son la servidumbre de la oscuridad. Vendrá un día en que ellos tengan que mirarse en la verdad, y su dios de muerte los recompensará con su reino de la muerte.

* Escritor