Fernando Lázaro Carreter hizo agudas reflexiones en artículos de colaboración desde 1975 en adelante, los cuales fueron publicados por Galaxia Gutenberg en 1997 con el título del primero de los artículos, El dardo en la palabra . Algunas veces la lengua llega a convertirse en goma de mascar y otras en cajón de sastre, pues el prodigio del desconocimiento o la manipulación interesada le dan valores que no tenían las palabras tiempo ha. El ejemplo más manido es el de tío, convertido en palabra baúl hasta en personas a las que se les supone altos menesteres. Y una palabra sobre la que me extenderé en adelante y que ha hecho amplia fortuna en los tiempos que corren, cual es externalización.

Cierto es que siempre hubo conflicto entre el yo público y el privado. Un ejemplo muy socorrido es el del pícaro Lázaro de Tormes y su consumado maestro ciego, capaz de componer la cara más piadosa para conseguir una suculenta limosna, que tuvo continuidad en el amo escudero, al que podría hacérsele en los tiempos corrientes una radiografía sin el auxilio de ninguna tecnología. Así de escuálido estaba, a pesar de su capa y su reluciente espada; logra la inversión lejana de El sirviente, de Joseph Losey, cuando trastoca los papeles de señor y criado.

Hay una palabra que ha hecho fortuna últimamente en el lenguaje de la cotidianeidad, externalización. La oposición entre lo público y lo privado va más allá de los vocablos y muestra dos visiones contrapuestas de la realidad en el modelo de gestión; tal vez ello explique la definición aparecida en la Constitución española vigente, como economía mixta de mercado. Hay defensores y detractores y formas de eludir la polémica, ya que es una buena manera de conformar a unos y a otros, pues hay ultramontanos en ambos lados; el capitalismo de Estado es una forma sutil de colonización del mercado con un paraguas protector evidente y privatización es una palabra dura e irremediable que suena mal para algunos oídos y en muchas sensibilidades; resulta ser palabra obligada en una sociedad capitalista transnacional en la que vivimos, donde importan más los resultados que las humanas carencias, para las que hay una vacuna, en forma de cadena repetitiva de imágenes que nos muestran a un pequeño niño muerto en la orilla de una playa o personas hacinadas en Moria.

Externalización esconde el recurso a lo privado, por el defecto que, según algunos, tiene lo público. Hay ejemplos cercanos, como es el IMAE, que ha organizado desde sus inicios grandes ciclos, de los cuales el Festival de la Guitarra y el Concurso Nacional de Arte Flamenco son dos exponentes importantes. Es evidente que con la externalización hay menos complicación, por no confesar de una forma clara la propia incapacidad del gobierno municipal y la eliminación hipotética de otro posible déficit.

Se externaliza la cultura por incapacidad y por falta de convicción. La educación referida al ámbito municipal estuvo hace años en el sótano del edificio municipal y eso tiene su peso simbólico acerca del valor que se le atribuye. Parece que hay serias dificultades en la renovación del área municipal de Cultura, a lo que se une --alegan desde el gobierno municipal-- falta de personal. ¿No se puede aplicar una tasa de reposición?

La máscara impide lo olfativo y se convierte en bozal que atormenta. La mentira se asienta y sirve de cobertura para subyugar a los más débiles, aunque para ello se hayan de manipular las cifras de contagios de Barajas.

Sigue siendo válida parcialmente la letra del «No sé por qué los domingos con el fútbol me abandonas»; ocupa un espacio importante en la lectura de los diarios y en las imágenes hasta convertirse en objeto único y extendido a otros días de la semana. La frase ¿panes? et circenses actúa a manera de síntesis.