El Califato de Córdoba «fue un Estado con todas sus letras, dispuso de una administración centralizada, de una gran concentración de talento intelectual» y su capital fue la mayor ciudad de Occidente en el siglo X, según Eduardo Manzano Moreno, quien descarta que el esplendor omeya fuese un mito. La fama de la Córdoba omeya llegó a Alemania, donde una monja dijo aquello de que Córdoba era «la perla del mundo», ha dicho el historiador Manzano Moreno, profesor de Investigación en el Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y autor de La Corte del Califa. Cuatro años en la Córdoba de los Omeyas (Crítica). «Córdoba fue una sociedad multicultural y en ese tipo de comunidades las gentes interactúan, los cristianos traducen al árabe los Evangelios y los judíos asimilan la cultura árabe», según Manzano Moreno, quien ha advertido que «también existían los esclavos y las mujeres estaban excluidas de los espacios públicos». El historiador cree «un error» considerar que aquella convivencia o coexistencia pueda servir de ejemplo para el presente porque se trata de situaciones históricas no equiparables y porque, entonces, tanto cristianos como judíos tenían un estatus social inferior a los musulmanes. La Corte del Califa, según Moreno Manzano, era «un lugar muy ordenado, donde todo era registrado, con protocolos muy bien establecidos; pero por debajo estaba la realidad de las luchas de poder y una Administración con muchos problemas, como el de los recaudadores de impuestos que pedían más de la cuenta», llevados por la corrupción.

La principal fuente para escribir este estudio ha sido un fragmento de una crónica que recoge los anales de esos cuatro años (971 a 975) y suponen «un relato muy detallado» en 130 folios del secretario personal del califa al-Hakam II. La Córdoba de al-Hakam II tenía 80.000 habitantes, entre ellos numerosos juristas, médicos y astrólogos, y Al-Andalus era una sociedad con un gran crecimiento urbano.