Opinión

Francia, finalista por 'grandeur', por Matías Vallés

Marruecos fue un equipo demasiado mortal ante los dioses del Olimpo, que ganan solo por comparecer

Theo Hernandez con Francia.

Theo Hernandez con Francia. / EP

Matías Vallés

Solo la grandeur explica el feliz acceso de Francia a la final del Mundial. Demostró a ráfagas una superioridad sonrojante sobre Marruecos, pero también se amilanó ante el juego recio del equipo africano. Se clasificó bajo mínimos, después de marcar dos goles de ejecutoria circense que derriban las leyendas sobre la defensa de gran maestro del ajedrez de los leones del Atlas. Allí remataba el primero que pasaba, hasta Bono parecía un guardameta vulgar sorprendido por la esfericidad del balón. Se puede seguir jaleando el juego de los marroquíes, pero solo a cambio de admitir que desempeñaron el mismo papel que hubieran interpretado Corea o Japón en semifinales. Pundonorosos, y a casa.

Después del triunfo sobre los países ibéricos, titular desde el prisma deportivo que Francia frena a Marruecos adquiere una decidida dimensión histórica, sin necesidad de evocar a Poitiers año 732. Al igual que Luis Enrique carece de un plan B cuando su asfixiante pressing en todo el campo no perfora la meta, los marroquíes tampoco sabían cómo enfrentarse a un gol en contra, circunstancia inédita en su currículum reciente. En las semifinales casi han aprendido a atacar, pero siempre con la candidez de un equipo no anfibio, diseñado para empatar a cualquier precio. Y cabe recordar que los sabios especialistas que sabían cómo derrotar a la selección norteafricana eran los mismos que estaban convencidos de que Portugal doblegaría a los verdugos de España.

El fútbol es irracional, una guerra disputada a un solo disparo. Por fuerza tiene que haber prejuicios coloniales, en la conclusión de que un equipo se impone porque se llama Francia y tú no, más allá de debatir si Mbappé es un Messi que todavía no necesita bastón. O si existe un jugador más vago que Dembélé. Para rematar los visos napoleónicos de la dominación, la semifinal estaba presidida por otro estadista bajito, que en el siglo XXI responde por Emmnanuel Macron. Se hace llamar Júpiter, y Marruecos fue un equipo demasiado mortal ante los dioses del Olimpo, que ganan solo por comparecer. Ah, la grandeur.