«Albert Rivera estaba llamado a ser el vicepresidente perfecto con el PSOE o el PP, pero se empeñó en ser presidente». La reflexión, de un alto cargo del Gobierno, resume la oportunidad perdida de Ciudadanos, el error estratégico de un partido que llega a las urnas empeñado en apelar a una remontada eclipsada por los presagios de debacle. Si los pronósticos se cumplen, pueden pasar de los 57 escaños conquistados en las generales de abril a la irrelevancia. El sistema electoral penaliza drásticamente a las fuerzas por debajo del 15% del voto, lo que puede dejar a Rivera temblando en una horquilla de entre 10 y 20 escaños.

Los análisis del comportamiento electoral de sus votantes apuntan a varios errores fatales. En primer lugar, el cordón sanitario a Pedro Sánchez, porque aunque aparentemente ese veto recibió el aplauso de sus simpatizantes, la repetición electoral se le volvió en contra, puesto que los votantes sintieron que Rivera había contribuido al bloqueo.

En segundo lugar, no tener en cuenta la composición de su electorado. Los estudios demuestran que se trata de personas desideologizadas, poco interesadas en la política, que no se sienten identificadas en la izquierda o la derecha, y que vieron en Cs un partido funcional para inyectar al sistema valores como la regeneración al viejo bipartidismo. La dirección de Cs, renuente a la autocrítica, señala a un electorado sin ideología. Los politólogos responden que el error es no crear identificación con las siglas, en lugar de enredarse en la obsesión de superar al PP.

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El tercer error, ya en la deriva de los últimos meses, apostar por el discurso de mano dura en Cataluña. Otro elemento son los pactos con el PP y Vox tras las municipales y autonómicas de mayo, por los que entregó los gobiernos de Murcia, Castilla-León y Madrid a los populares. En Cs quedó la sensación de que se había negociado mal y su electorado constató el abandono de la bandera de la regeneración.

Las alarmas comenzaron a sonar en verano, cuando Rivera estaba inmerso en el pulso con Casado, y las señales de peligro propiciaron el intento, en septiembre, de buscar una rendija para evitar la repetición electoral levantando el veto a Sánchez. Pero la maniobra fue vista como un bandazo de desesperación.

Tras el cúmulo de errores, Cs llega a las urnas con el grueso de su electorado sumido en la abstención. Es cierto que el PSOE no ha logrado, como pretendía, conquistar a la mayoría de esos votantes, pero todas las encuestas concluyen que Rivera se ha demostrado incapaz de recuperarlos. Están en la apatía.

PATRIOTISMO / Conscientes de los malos presagios, las primeras espadas de Cs repitieron ayer el mismo mensaje en el cierre de campaña en Barcelona: «Con solo dos puntos porcentuales de voto más a Cs podemos sacar hasta 20 escaños más». Trataron de convencer así a los suyos de una remontada «histórica» a contra reloj: «Huele a remontada [...] A alguien se le va a atragantar la cena del domingo y este empieza por Pedro y acaba por Sánchez», lanzó Inés Arrimadas.

Entre un mar de banderas españolas, catalanas y europeas, Rivera sacó pecho de la obra de gobierno en la Junta de Andalucía y espetó que los españoles «no se merecen gobiernos donde roben o se gasten el dinero en putas» para tratar de desgastar en las últimas horas de campaña al PP y al PSOE. «Los españoles se merecen sacar a los chorizos ibéricos para poner a los liberales ibéricos», apuntaló. Rivera afirmó que «lo verdaderamente patriótico es votar a un partido que quiere unir a los españoles».