Ha tenido que llegar a Nueva York una adolescente de 16 años desde el otro lado del océano para que en la sede de Naciones Unidas los representantes de los gobiernos del mundo escuchen directamente, sin rodeos y sin posibilidad de volver la atención a otro lado, verdades como puños sobre su responsabilidad en la crisis climática y su demostrada insuficiente respuesta. La armadura de contención que se había estado enfundando Greta Thunberg desde que llegó en barco a Estados Unidos en muchos de sus actos institucionales, cediendo el foco a otros activistas, cayó ayer. Y en la Cumbre sobre Acción Climática organizada por el secretario general, António Guterres, ante jefes de estado y gobierno de 70 países, líderes empresariales, municipales y de organizaciones, sacudió al mundo con una intervención de dos minutos llena de indignación, rabia y emoción pero también de ciencia.

«Habéis robado mis sueños y mi infancia con vuestras palabras vacías, y eso que soy una de las afortunadas», dijo conteniendo las lágrimas Thunberg en el arranque de un discurso que se sintió como un rayo, electrizando la sala de la Asamblea General. «La gente está sufriendo; la gente está muriendo; colapsan ecosistemas enteros; estamos en el principio de una extinción masiva y todo de lo que podéis hablar es sobre dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno. ¿Cómo os atrevéis?».

Apoyada en datos científicos tan alarmantes como irrefutables, que alertan de que incluso cortando la mitad de las emisiones en la próxima década solo hay un 50% de posibilidades de mantener el calentamiento global por debajo de 1.5 grados, Thunberg afeó a los políticos seguir planteando las mismas políticas y algunas innovaciones meramente tecnológicas como si fueran suficientes, cuando se sabe que no lo son. «Los números son demasiado incómodos, pero sois demasiado inmaduros como para decir la verdad», dijo.

SERIA ADVERTENCIA / Sus palabras no fueron solo reprimenda. También fueron advertencia. «Nos estáis fallando pero la gente joven empieza a entender vuestra traición», reprochó a los presentes. «Los ojos de todas las generaciones futuras están sobre vosotros. Y si elegís fallarnos, nunca os perdonaremos. El mundo está despertando. Y el cambio viene, os guste o no».

Aunque Guterres había demandado que esta fuera una cumbre de acción y solo dio turno de palabra a quienes llegaran con propuestas concretas, estaba limitado por la inutilidad legislativa de la reunión, en la que él mismo pintó un escenario apocalíptico pero también quiso dejar espacio al optimismo de que puedan producirse cambios reales, incluyendo el que señaló directamente de abandonar los subsidios a la industria de combustibles fósiles «moribunda».

Y hubo discursos anunciando compromisos, como la presentación por parte de Angela Merkel de su reciente plan para destinar 54.000 millones de euros a combatir la crisis climática o la promesa de Narendra Mori, primer ministro de la India, de que su país elevará para el 2022 su porcentaje de energías renovables, pero donde realmente hay que incluir el compromiso es en documentos legales y vinculantes como los unidos al Acuerdo de París que se revisarán en diciembre en Chile.

Aunque no se le esperaba apareció por sorpresa el presidente de EEUUs, Donald Trump, que se había buscado una reunión alternativa. Estuvo como oyente mientras hablaban Merkel y Modi pero también el exalcalde neoyorquino Michael Bloomberg, que se ganó risas y aplausos cuando le dijo: «Ojalá nuestras conversaciones aquí sean útiles cuando formule políticas energéticas». Greta no habría sido tan diplomática. Y Trump sabía cuando llegar.