«Antes de casarnos ya sabíamos lo que había, así que no pudimos intentarlo por otra vía». María José se casó con Jaime cuando él ya estaba enfermo, pero eso no les impidió que intentaran tener un hijo. «Él sufría un cáncer y, antes de empezar con la quimioterapia, le ofrecieron congelar su semen», recuerda, «así que lo hizo y fuimos a por el bebé». En ese momento, ella tenía 30 años, pero no había tiempo que perder. Para acortar los plazos, acudieron directamente a una clínica privada, donde se sometió a una fecundación in vitro y logró quedarse embarazada a la primera. La gestación se desarrolló al mismo tiempo que su esposo empeoraba en el hospital.

«De los tres embriones que me implantaron, nacieron dos niñas mellizas de forma prematura, de las que solo sobrevivió una, la otra falleció al día siguiente de nacer». Jaime, el marido de María José, no pudo llegar a estar con la niña en casa, porque murió tres meses después de que naciera, pero sí la conoció en el hospital. María Victoria tiene ahora catorce años. La intención de su madre siempre fue tener más de un hijo y, tras la muerte de la melliza, acordó con Jaime que si algo pasaba, ella volvería a intentar ser madre con el semen que seguía congelado. Ocho años después de la muerte de Jaime, María José decidió intentar otro embarazo y acudió a la misma clínica, «pero me dijeron que la ley había cambiado en ese tiempo y que ya no podía hacerlo, pese a tener un papel firmado por él en el que me autorizaba», comenta sincera. Pese a todo, decidió seguir adelante con semen de donante anónimo, seleccionando las características más afines al perfil físico de su marido.

En el segundo embarazo, los médicos le implantaron dos embriones y volvió a quedarse embarazada de mellizos, pero por la edad había riesgo de malformaciones y se sometió a una miocentesis, que detectó problemas en uno de los fetos y finalmente solo salió adelante uno de los niños. El pequeño se llama Jaime, en recuerdo a la persona que hubiera querido ser su padre, y tiene cinco años.

Cuando una persona es viuda y tiene dos hijos, tiene derecho a ser considerada familia numerosa y a disfrutar de las pequeñas ventajas que esto supone. En su caso, no le han reconocido ese derecho «porque sus hijos son de padres diferentes». Cosas de la Administración, tan alejada a veces de la vida misma.